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Lo que es al Casino, en busca de Scotto, no podia ni siquiera pensar en ir, porqué alli le habrian salido sus acreedores, lo que era peor que todo.

-¿Qué hacer en situacion semejante?

¿Confesarlo todo á la señora Nina y pedirle que lo perdonase desde que no le podia pagar?

¿Y si esta daba parte á la policia?

¿Podia huir á la campaña? ¿meterse de marinero en cualquier buque?

Para todo esto necesitaba tiempo y ya aquella le habia notificado que en cuanto faltase al hotel mas tiempo que el habitual, daria parte á la policía.

¡Oh! la policía! esta era la única cosa á la que tenia un miedo positivo, porqué lo podia hacer desbarrancar por completo.

En la esperanza de hallar á Scotto y pedirle el pago de sus ocho mil pesos, Lanza se fué á la Cruz de Malta aquella noche.

Pero allí halló á todos sus amigos menos á Scotto.

Como hacia ya diez dias que no lo veían, fué cordialmente recibido, dándole todos pruebas de gran interés al saber que habia estado enfermo, lo que desde el primer momento se adivinaba en su semblante pálido y enflaquecido por la fiebre.

Pasados los primeros cumplimientos y despues de conversar de cosas alegres, Lanza pidió á sus amigos le indicaran el domicilio de Scotto, á quien tenia necesidad de ver.

Pero ninguno pudo indicárselo.

Nadie sabia donde vivia aquel diablo de Scotto, como le llamaban familiarmente, lo que le hacia perder toda esperanza de dar con él.

No habia mas remedio que ir al Casino de la Bolsa, y esto no era posible dada su deuda; lo habrian puesto en una situacion diez veces mas peluda.

¿Qué hacer en tan apurado trance?

Confesarlo todo lealmente á la señora Nina, y ofrecerle pagar con su trabajo lo que le debia, para que no le diera tanta rabia.

Era la suya una situacion verdaderamente desesperante.

Si dejaba de ir á la casa y huia de ella, Nina daba parte á la policía, y la prision que era su muerte comercial, vendria inmediatamente.

Si se presentaba al Casino de la Bolsa y hablaba á Scotto por casualidad, le saldrian al momento sus acreedores de los cuarenta mil pesos, obligándole á soltar los ocho mil pesos que podia cobrar.

Lanza se retiró temprano, y se acostó á meditar lo que mas le convenia hacer.

Pero no hallaba salida á su situacion desesperante.

Cuanto se le ocurria era malo, ó sumamente peligroso, pues por todas partes le salia al encuentro la señora Nina acompañada de la policía.

Y sin embargo aquello era preciso resolverlo, pues no podia seguirse de tal manera.