Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/79

Esta página ha sido validada
— 79 —

El se atrevia á afrontar todos los peligros y todos los sinsabores, pero con la policía no queria saber nada.

Conociendo la rigidez y astucia de la policía europea, se figuraba que la nuestra sería lo mismo, y de aquí su temor.

Ademas, que si se veia envuelto en algun proceso de Policía, calculaba que como negociante quedaria muerto en Buenos Aires.

Así es que en cuanto la señora Nina empezó á hablarle en este sentido, Lanza se aterró y cortándole la palabra se apresuró á decirle:

—Pero, si ni esta es cuestion de policía, ni hay porqué hacerla partícipe de nada.

Yo le pagaré á usted lo que le debo y quedaremos en paz y tan amigos como ántes.

—Yo le pagaré se dice muy fácilmente, pero ¿cuáles son los recursos con que usted cuenta para pagarme? esto es lo que yo quiero saber, porqué ya estoy cansada de promesas y de mentiras.

—Bueno, dijo Lanza, batiéndose ya en sus últimos atrincheramientos; usted sabe, conforme ha sabido lo demás, que ese maldecido de Scotto me debe ocho mil pesos, que es mas de lo que yo le debo á usted.

Yo voy á hacer todo lo posible por cobrárselos, y en cuanto me los pague se los entregaré á usted y quedará chancelada mi deuda.

—Difícil me parece que usted consiga ese pago, pues segun lo que el tal Scotto ha hecho, no es persona en quien se puede confiar.

—De todos modos es preciso que tenga paciencia, pues ya por Scotto, ya por cualquier otra persona, yo conseguiré los medios de pagarle, no se aflija; ¿quien le dice á usted que Scotto, como yo, no haya podido estar enfermo?

—Sí, pero como usted debe tambien cuarenta mil pesos de juego, no será extraño que aquellos á quienes usted debe se hagan entregar aquella suma por Scotto.

—De cualquier manera tenga paciencia, terminó Lanza, que usted será paga hasta el ultimo medio; á mí me ha sucedido todo esto de aturdido y nada mas; bien caro empiezo á pagarlo.

—Esa no es cuenta mia, respondió la señora Nina.

Ahora y para su gobierno, es bueno que yo le haga una prevencion.

Como no quiero que á mí me suceda lo que al dueño del hotel Washington, porqué aunque usted me vea mujer, yo sé gobernar bien mis negocios, le aviso que el primer dia que usted deje de venir á casa á su hora habitual, doy parte á la policia y pido su captura.

No crea que á mí se me vá á ir dejándome clavada.

Y sobre esta morruda prevencion, Nina se retiró á atender sus quehaceres.

Lanza se hallaba en una situacion mas apretada de lo que se habia imaginado, pues tenia que hacer con un enemigo que habia empezado por ganarle todas las salidas.