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—Señora, respondió Lanza con grande aplomo, de un momento á otro espero recibir cartas, ya hace tres meses que estoy aquí, y mi equipaje, por lo ménos, no puede tardar en llegar.

Allí tengo dinero de sobra para atender mis compromisos.

—Dejémonos de embrollas, que demasiado las hemos hecho.

Su equipaje ha quedado en el hotel Washington de Montevideo, de donde usted ha huido por no poder pagar lo que debia.

Es inútil entónces que usted quiera engañarme mas.

Usted ha tenido dinero, mucho dinero, y en vez de pagarme á mí, que es lo primero que debia haber hecho, ha preferido tirarlo en el juego ó dejárselo comer con los borrachones con quienes se junta.

Si el techo de la pieza se le hubiera caido encima á Lanza, no le habria producido mayor efecto.

Presa del mayor espanto, preguntó á la señora Nina quien le habia contado tal tejido de embrollas y embustes.

—No puedo tenerlos por mejor conducto, contestó ella, puesto que es usted mismo quien en medio de su delirio me lo ha contado todo.

Con la mayor audacia quiso engañar á su patrona, demostrándole que bajo el delirio se hablaba toda clase de barbaridades.

Pero aquella mujer, mas viva de lo que él se imaginaba, le cortó toda embrolla con la siguiente proposicion:

—Está bueno, si estos son sueños del delirio, le dijo, es muy fácil de aclararlo.

Vamos á escribir á Montevideo preguntando al dueño del hotel Washington si lo conoce á usted y si él contesta que nó, quedaré convencida.

Lanza estaba cazado del pico, como se dice.

Una averiguacion de aquel género lo hacia temblar, por las consecuencias que ella podria tener.

Desde que todo se sabia, era mejor hablar claro, que así siempre se encontraria algun remedio, sin necesidad de provocar peligros mucho mayores y que podian complicar su asunto haciendo intervenir en él á la policía.

No hay necesidad de ello, señora, dijo, apresuradamente y lleno de agitacion.

Desde que usted no tiene ya confianza en mí, yo le pagaré lo que le debo y me buscaré otro alojamiento.

—¡Le pagaré lo que le debo! eso se dice fácilmente; pero ¿de dónde sacará usted para pagarme lo que me debe, si usted no cuenta aquí con ningun género de recursos y de Europa no los ha de recibir tampoco?

Esto no es juguete, es preciso que usted me pague y se busque donde estar, porqué no lo quiero mas en casa, si nó yo voy á dar parte á la policía y usted se entenderá con ella.

Al oir hablar de policía, Lanza se echó á temblar, con un julepe de todos los demonios.