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Pero no era cosa de darlo á entender, porqué un hombre que perdia ocho mil pesos sin dar á la pérdida mayor importancia, demostraba que era una persona rica á quien esa suma poco importaba.

Así es que mirando á sus interlocutores con frialdad, les dijo:

—Ocho mil pesos no valen la pena de lo que he hablado, pero por la insolencia de haberme tomado por zonzo, el primer dia que yo agarre á Scotto, le rompo el alma.

Un hombre que miraba con tal desprecio esa suma, es porqué era rico, y un hombre que tan fácilmente se habia dejado estafar, era una bolada.

Así es que los jugadores creyendo ganarle impunemente otro tanto, invitáron á Lanza á jugar.

—Yo no juego porqué no sé ni he jugado nunca, respondió Carlo, ademas aunque jugase, tengo muy poco dinero sobre mí.

—Eso poco importa, le respondiéron tentándolo, su palabra es dinero para nosotros, así olvidará el mal rato que le ha dado Scotto.

Los jugadores se habian entendido con una rápida mirada para pelar á Lanza.

Este pensó que aquella era una brillante ocasion de desquite.

Podía ganar una buena suma, y si perdia, con no volver mas allí estaba saldado.

Sin embargo, y creyendo engañarlos mejor, se resistió un momento.

—No me gusta jugar sin dinero en el bolsillo, dijo, porqué no me gusta quedar debiendo; aunque no sé jugar, otra vez tendré el gusto de hacerlo.

No nos haga la ofensa de decir eso, le replicáron; juegue lo que trae, y si pierde, pagará mañana ó cuando le dé la gana.

Lanza se dejó tentar por el negocio que se le presentaba y sacó quinientos pesos, dejando cien como único fondo de reserva.

Los jugadores echáron cartas y empezáron á jugar flojito y familiarmente.

Convenidos con una sola mirada para desplumar á Lanza, empezáron á dejarse ganar para entusiasmarlo, y hacerle perder toda prudencia.

—Pues para no saber, le decian, no lo hace mal; si nos descuidamos nos va á poner en apuros.

Lanza se dejó engañar, mordió el anzuelo, se vió con unos cinco mil pesos por delante y empezó á jugar mas grueso.

El que tallaba tenia unos diez mil pesos de banca.

Otro jugador invitó entónces á Lanza para copar aquella banca en sociedad.

—Está de suerte, le dijo, no la deje perder y cope la banca en sociedad conmigo.

Cinco mil pesos cada uno, apúntelos copando á la carta que le guste mas.

Trémulo de emocion y de deseo, Lanza aceptó la invitacion y copó sobre la primera carta que salió.