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Caraccio estaba en el colmo de la alegría y de la íntima satisfaccion.

Rodeado de sus buenos amigos y de botellas llenas, el viejo marino aseguraba que no podia haber en la vida satisfaccion mayor.

Y á todos les recomendó que atendiéran á Carlo Lanza en todo lo que pudiera necesitar, pues era un jóven acreedor á toda fineza y á todo género de atenciones.

La comida duró hasta las diez de la noche, hora en que se levantáron todos, dispuestos á seguir la parranda en otra parte, pues la fiesta no podia terminar hasta el momento del embarco, que era la madrugada siguiente.

Todos, ménos Lanza, salieron del Marítimo algo envinados, por lo que la señora Nina recomendó al jóven que no dejara beber mucho á Caraccio, pues se iba á embarcar y no era prudente que andara con la cabeza pesada.

Pero esta recomendacion estaba de mas con un hombre de tal carácter.

El capitan Caraccio tenia una voluntad á prueba de toda tentacion, y ya al salir del Marítimo les habia dicho:

—Siento mucho no poderlos acompañar como yo quisiera, pues mañana necesito tener el pleno dominio de la cabeza, lo que me impedirá beber á mi antojo.

Si yo llegase borracho á bordo, no habria medio de hacerme á la vela, y aquellos sacramentos de marineros, ántes de salir, serian capaces de hacer cualquier descalabro que me costara mas caro de lo que pueda imaginarse.

En tierra todo anda bien, pero una vez á bordo todo cambia ya; es preciso ser el capitan y tener el pleno comando del buque y de la canalla que lo tripula.

A pesar de esta declaracion, todos se divirtiéron enormemente.

Caporale mandaba la parada desde que saliéron del Marítimo y no habia mas que decir para que la farra fuera tal y en toda regla.

Los habia llevado á casa de sus amigos donde se armó la cena, ó mejor dicho el beberaje, pues ellos habian comido de tal manera, que no les cabía ni un bocado mas.

Caraccio, haciendo el lujo de fuerza de voluntad cuando le pareció que habia bebido bastante, declaró que cerraba registro porqué tenia su carga completa, y no hubo forma ni ruego que le hiciera beber un trago mas.

Solo á la madrugada y cuando se levantáron para irse, tomó una copa de viejo barbera y se la echó al buche de un trago, a la salud de aquellos buenos amigos.

No habia ya tiempo que perder: Caraccio ya pertenecía á su barco donde se estarian haciendo los preparativos de la partida y apénas tenian el necesario para trasladarse á bordo.

Solo Lanza y dos amigos mas pudiéron seguirlo acompañando, y estos dos no muy firmes.

Los demas habian agarrado un peludo que no los dejaba mover de su asiento.