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A pesar de las bromas de todos y de las prevenciones de la señora Nina, los dos compañeros de parranda volviéron á salir aquella tarde.

—Con una advertencia, dijo entónces la señora Nina, viendo que no le hacian caso, y es que si vuelven como hoy á la madrugada no los dejo juntarse mas.

—No tenga cuidado, señora, le dijo Lanza, lo de anoche ha sido casual; yo me encargo de que volvamos temprano.

El sueño es muy buen consejero, y hoy hemos dormido bastante mal para que andemos mucho de pié esta noche.

—Confio en el juicio de usted solamente, dijo Nina, porqué lo que es á este gran calavera no le tengo ya ni un átomo de fé; ha perdido el juicio, y está como un muchacho principiante.

Caraccío y Lanza saliéron del Marítimo riendo alegramente.

—Pero ¿no se ha figurado la patrona que puede manejarnos como á hijos ó cosa suya? dijo el capitan á Lanza; seria curioso vernos á esta edad con una gobernadora.

—Es preciso disculpar y disimular estas cosas, por el móvil que las dicta, decia Lanza, temiendo que Caraccio fuese á tomar adversion á Nina.

Ella dice todo eso porqué se conoce que tiene por usted mucha estimacion y cariño.

Yo estoy muy agradecido á sus bondades y creo que difícilmente se encontrará una mujer mas buena que esta.

Y hablando risueñamente llegáron á la Cruz de Malta, estando los amigos ya en los postres de la comida.

La conducta de Lanza en la noche anterior habia hecho crecer la estimacion que todos le tenian.

Un jóven que bebia de aquella manera formidable sin emborracharse y que cuando le tocaba pagar lo hacia de una manera tan generosa y larga, no podia merecerles sinó la mayor consideracion posible.

Era un compañero digno de aquellos grandes calaveras, jubilados ya en la vida alegre.

Caraccio y Lanza se pusiéron á comer con gran apetito, porqué aquel dia no habian almorzado y los comentarios de la noche anterior empezáron á hacerse en un tono de envidiable alegría.

Lanza estaba ya tan aclimatado entre sus nuevos amigos que parecia el mas viejo en compañerismo de todos ellos.

Aquella noche estuviéron tambien de Alcázar, pero no se repitió la parranda de la noche anterior, y Lanza calculadamente no quiso decir la menor palabra para que no fueran á pensar que aquellas cosas lo tomaban de nuevo.

Tenia muchas ganas de haber vuelto á la casa de las amigas de Caporal, pero aquello no hubiera sido diplomático: lo hubieran tomado por un novaton en aquella vida y esto no le convenia.

Así es que terminado el Alcázar tomáron la última copa de la noche, retirándose cada cual á su casa á horas irreprochables, puesto que apénas era la media noche.