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Caraccio dando formidables bordadas en plena calle y Lanza tan fresco como si nada hubiera bebido, se encamináron al Hotel Marítimo.

Ahora era Lanza quien guiaba á Caraccio y lo sostenia del brazo.

Felizmente conocía el camino y no habia miedo de perderse.

Lanza se apuraba para llegar cuanto ántes al Marítimo, porqué en la calle empezaba ya á circular mucha gente y no queria que vieran á su compañero en aquel estado poco diplomático.

Caraccio no tenia una de aquellas trancas de no poderse llevar, ni de perder por completo la cabeza.

Era uno de aquellos peluditos que hacen dar de cuando en cuando un traspiés formidable, y turban la cabeza lo suficiente para decir un descalabro de cuando en cuando tambien.

Lanza tenia una cabeza de cura, habia bebido aquella noche de una manera famosa, pero el vino no habia logrado hacerle perder la firmeza de las piernas ni la ilacion del juício.

Le hacia una gracia profunda ver al capitan Caraccio en aquel estado, que le hacia parecer andando sobre la cubierta de un buque navegando en marejada y no en tierra firme.

Lo que es á él, mas efecto le habian hecho las invitadas que el vino.

Riendo él y bordejeando su compañero, llegáron por fin al Hotel Marítimo.

Todos los empleados del hotel estaban ya de pié, y en aquel momento precisamente, la señora Nína salia al mercado á hacer sus compras.

Así es que Caraccio no pudo ocultar el estado navegador en que volvia.

En vano quiso disimular y ponerse sério, este mismo esfuerzo lo hizo con tal gracia báquica, que arrancó una carcajada á cuantos lo veian.

La señora Nina era una mujer de buen juicio, que comprendia y disculpaba todos los accidentes de la vida, y era incapaz de enojarse porqué un pensionista volviera en semejante estado.

Aquello no era mas que una señal de que habian pasado alegremente la noche, y como al fin y al cabo uno no tenia la cabeza de palo, era natural que el vino bebido con exceso jugase al consumidor una mala pasada.

El estado intacto en que volvia Lanza, lo habia hecho crecer poderosamente ante la consideracion de la señora Nina.

Volver fresco y en el pleno dominio de sus facultades cuando el mismo capitan Caraccio venia perdido, era una prueba de juicio en aquel jóven, pues para Nina aquella no era prueba de fortaleza de cabeza, sinó de que el jóven sabia dominarse y que no habia bebido mas de lo que buenamente podia resistir.

Fué preciso ayudar á Caraccio á subir hasta su dormitorio, y ayudarlo en regla, porqué á medida que pasaba el tiempo se habia puesto cada vez mas pesado.