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Carlo Lanza se habia hecho amigo de cuanto cura y fraile italiano habia en la ciudad y en la campaña, haciéndose por medio de ellos un doble y famoso servicio.

Porqué estos, no solo depositaban en manos de Lanza su dinero reunido á fuerza de misas y estipendios de costumbre, sinó que aconsejaban á sus devotos y á la gente que los escuchaban como á verdaderos ministros de Dios, que hicieran lo mismo, entregando á Lanza todo el fruto de sus economías, reunidas á costa de todo género de privaciones.

¿Y cómo iban ellos á desconfiar, cuando era el mismo párroco quien se lo aconsejaba y quien depositaba en su poder hasta el último medio?

Caian sin vacilar á casa del banquero y le entregaban su dinero, sin mas constancia que el asiento de sus libros y sin siquiera exigirle recibo.

Y Lanza dominaba á aquellos curas y frailes, tanto como ellos mismos dominaban á sus parroquianos y feligreses.

Lanza se habia apoderado de ellos, invitándolos á comer continuamente y preparándoles grandes farras con mujeres de la vida airada, á las que asistian asiduamente los buenos ministros de Dios, asombrados del ascendiente fabuloso que tenia Lanza entre las bellas de vida tormentosa.

Estas, hábilmente aleccionadas por Carlo Lanza, trastornaban de tal manera la cabeza de los estimables curas, que no hacian sino mandar á un amigo pidiéndole la repeticion de aquellas fabulosas farras.

En el curso de esta curiosísima historia nos hemos de ocupar debidamente de estas verdaderas borrascas sacerdotales, donde campea todo el genio travieso y emprendedor del famoso Lanza.

Pagadas y amaestradas por Lanza, aquellas bellas, léjos de admitir regalos de los sacerdotes, les daban en prenda de su amor largos y sedosos rizos comprados en las peluquerías, y otras prendas por las cuales ellos las creian locas de amor.

Así la casa particular de Carlo Lanza parecia una cofradía, pues continuamente tenia curas á su mesa y curas atorrando en camas y catres armados con aquel exclusivo objeto.

Cura italiano que llegaba de la campaña paraba en su casa, donde el amigo lo alojaba sin dejarlo carecer de la menor cosa.

Y como siempre, los que llegaban traian dinero á depositar ó á girar; él se reia de todas las incomodidades que podian causarle y siempre les rogaba que permanecieran una quincena mas en su compañía.

No podia darse un procedimiento mas hábil y mas sagaz, porqué teniendo contentos y confiados á los curas, no solo tenia el dinero de estos sinó el de toda aquella gente infeliz que de ellas dependia.

y esta táctica que en la ciudad le habia dado resultados famosos, en la campaña constituia para él una verdadera fuente de recursos y de riquezas.

Allí la gente de trabajo ahorra todo el dinero que gana para remitirlo á Europa, hacer traer sus familias o colocarlo á interes.