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Yo ahora no tengo dinero y ni de donde sacarlo, por consiguiente no puedo ir á un parage donde todos me obsequian y pagan, no pudiendo yo hacer lo mismo.

Usted comprende que esto mortifica mi amor propio y me deja humillado de cierto modo.

—Ta, ta, ta, ta, ta, respondió alegremente Caraccio; ¿usted cree que aquellos amigos piensan en semejantes miserias?

No diga esas cosas, amigo, que me ofende indirectamente, pues yo soy quien lo lleva y que no me quedo corto en pagar.

—No se ofenda, amigo mio, ni tome á mal lo que digo, porqué tengo razon y esta es una resolucion firme que he adoptado.

Yo quedo inhibido para frecuentar aquel buen círculo donde á cada momento me sentiria humillado y no vuelvo alli hasta que no tenga dinero.

En vano quiso insistir Caraccio, se convenció al fin que el jóven no cederia y guardando silencio como si pensase en el medio de allanar aquella dificultad, desapareció de pronto.

La cara de Lanza se iluminó entonces por algo como un relámpago que partia de su mirada inteligente.

Acababa de triunfar en el hábil plan que habia desarrollado tan rápidamente.

Pocos momentos despues regresaba Caraccio al cuarto de Lanza, trayendo dinero en la mano.

No me dirá ahora que no viene mas á la Croce di Malta y á donde yo quiera llevarlo.

Aquí tiene dos mil francos que me devolverá cuando reciba dinero y que yo le facilito con todo gusto.

Lanza se levantó de la silla donde estaba sentado, y abrazó efusivamente á Caraccio.

Sabia que era usted un noble marino, porqué he vivido ya una semana con usted y esto basta para conocer á fondo un hombre.

Pero usted comprende que yo no puedo aceptar este préstamo, porqué yo no tengo de donde sacar dinero para devolverlo sinó de Europa, y usted puede necesitar irse ántes que yo lo reciba.

—Esto poco se me importa, respondió Caraccio tratando de meter en el bolsillo de Lanza los billetes de Banco que tenia en la mano.

El dinero que yo tengo, lo tengo para gastarlo, así es que no me hace falta; me hago de cuenta que lo dejo en un banco para mi vuelta y hemos concluido.

Déjese de embromar que á usted le hace falta y conmigo no use cumplimientos, pues por lo ménos tiene que tratarme como á su hermano mayor, y respetar mis órdenes, por lo tanto.

Lanza que vió á Caraccio dispuesto á hacerle tomar el dinero á toda costa, se resistió todavía.

—Yo lo quiero y lo respeto como á un hermano, capitan Caraccio, pero no puedo recibir un dinero que no sé cuando voy á poder devolver.

—Pues no lo devuelve nunca y en paz, terminó el noble marino.