Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/46

Esta página ha sido validada
— 46 —

capitan Caraccio podia serle de una utilidad extrema, dadas sus condiciones de generosidad y franqueza.

Caraccio, á juzgar por lo que le veia gastar, debia ser un hombre rico y por consiguiente debia tener dinero consigo.

Despues de pensar mucho sobre la historia que habia de contar, para no caer en una contradiccion y vagar por algunas calles, Carlo Lanza regresó á su hotel, llegando precisamente en el momento en que se sentaban á almorzar sus compañeros de mesa.

El jóven habia tenido muy buen cuidado de tomar el aire de contrariedad y tristeza que convenia á la historia que debia narrar.

Tan bien fingida era aquella actitud, que en el acto de verlo la señora Nina le preguntó qué le habia sucedido que volvia tan triste.

—Una contrariedad tan séria, respondió Lanza, que ella me atrasa por lo ménos de tres meses en mis negocios.

—Figúrense ustedes que las personas encargadas por mis amigos de Montevideo para recoger mi equipaje, se han olvidado ó descuidado, y cuando han querido cumplir el encargo, se han encontrado con que el paquete ya se habia ido llevándoselo otra vez.

Alimentando una vaga esperanza, les supliqué fueran conmigo á la Agencia del paquete, porqué estando mi equipage rotulado para Buenos Aires, no era dificil que lo hubieran dejado allí.

Pero en la Agencia no saben nada y suponen tambien que lo hayan llevado de regreso.

Una sola esperanza me queda entónces, pero esta es muy vaga.

Como el capitan sabe que yo me quedé en Montevideo, tal vez al pasar haya dejado allí mi equipaje, asi es que hoy mismo voy á escribir á mis amigos de allá para que lo recojan y me lo remitan en caso que mi sospecha sea fundada, ó me avisen para irlo á buscar.

Era tal la tristeza que aparentaba el jóven, que la señora Nina y el capitan Caraccio tratáron de consolarlo.

—No hay que afligirse tanto, le decia Caraccio, al fin y al cabo todo se reduce á una pérdida de tres meses, y esto que en un hombre de mi edad sería mucho, en un jóven como usted es una pequeñez.

El equipage le perjudicará en la ropa, pero esto nada significa, porqué ropa no ha de faltarle; por lo pronto la mia está á su disposicion.

Esta oferta se la hiciéron tambien los otros capitanes, añadiendo: no será tan buena y fina como la suya, amigo mio, pero siempre será ropa que se pueda poner.

Lanza agradeció aquella oferta sonriendo tristemente.

—No es la ropa lo que me aflije, dijo, mal ó bien siempre tengo conmigo dos trajes que me servirán durante tres meses.

Esto no es lo que me aflije.

Lo que me mortifica de un modo incalculable es el disparate que he cometido al dejar en mi equipage el dinero que tenia,