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—¡Por Dios! ¡que este espectáculo es único en el mundo!

No existe ningun otro teatro igual á este, porqué es imposible encontrar otra sociedad tan vivaz y tan ardiente en todas sus manifestaciones.

—Ya verá usted, amigo, lo que es esta mozada! le decia el ingeniero Caporale, que estaba muy bien relacionado entre ella.

Yo le voy á presentar unos cuantos de los cabecillas que lo pondrán en contacto con los demas y verá entónces lo que valen esos muchachos!

Alternar con aquellos jóvenes, ser su amigo, importaba para él grandes ventajas para el futuro, porqué aquellos jóvenes le harian alternar con la mejor sociedad en general, así es que tomó á Caporale la palabra, haciéndole presente que la cumpliera á la brevedad posible.

A la una de la madrugada Lanza y sus protectores salian del Alcázar, tomaban su último café en el Restaurant de Bonheur, de feliz memoria, y se dirijian, Caraccio y Lanza, al hotel Maritimo, y Caporale y comparsa á seguir la farra probablemente.

Cuando padrino y ahijado llegáron al hotel Maritimo, apénas estaba en pié el mozo que debia abrirles la puerta.

Lanza se acostó aquella noche y se durmió mecido por las mas gratas ilusiones.

En Caraccio habia encontrado al hombre imprescindible en su situacion, y en los amigos que este le habia presentado, la gente que necesitaba.

Estos le proporcionarian nuevas é importantes relaciones para él y le ayudarian á estudiar el pais y sus costumbres.

Una cosa sola afligia á Lanza enormemente: la falta de dinero y de medios para proporcionárselo.

Era necesario buscar en qué ocuparse, en qué ganar algo, bajo cualquier pretexto que no le faltaria.

De otro modo iba á naufragar bien pronto, por mejores que fuesen las mentiras que echara para salir del paso.

Por lo tanto la falta de su equipage, segun la historia que contó á la señora Nina, era una historia perfectamente lógica, cuyo final no era dudoso.

El paquete habia regresado llevándose de nuevo su equipage, de modo que hasta dentro de tres meses, por lo ménos, no podria contar con él.

En tres meses podian suceder tantas cosas, que cuando el paquete regresara, tal vez ya no lo necesitaria para nada.

Asi, mecido por mil esperanzas de pronta fortuna, Lanza se durmió plácidamente.

Tenia asegurado lo principal, casa y comida, lo demás vendria por si solo.

Al dia siguiente la señora Nina se le presentó en su cuarto, regañandolo cariñosamente por la hora avanzada á qué habia vuelto.

—Veo que Caraccio ha sabido entretenerlo de manera que no se ha acordado ni siquiera de venir á comer.

—¡Oh! el capitan Caraccio es un excelente compañero, respondió Lanza: con él no se pasan momentos tristes.