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matar la noche del modo que á cada cual le diera la gana; no habia que hacer.

A veces las opiniones andaban encontradas entre el «público espectador» y el público actor, y era entónces que se armaban aquellos memorables escándalos que requerian la mediacion del mismo jefe de policía.

La Gooz no habia querido alterar el programa cantando lo que se le pedia, y era recibida con una tormenta tal de silbidos, que aquello parecia un concurso de locomotoras.

El público espectador aplaudía porqué la artista le gustaba y él nada tenia que hacer con los cambios de programa, y aquí se armaba la grande á los gritos de «¡afuera Gooz!» «¡bravo la Gooz!»

Los jarros de chop cruzaban de un extremo á otro buscando cabezas donde estrellarse; las sillas crugian al ser azotadas contra las mesas, y las piedras de mármol que á estas cubrian, saltaban bajo todo género de golpes.

El teatro se convertia en una lluvia de verduras, pedazos de sillas, botellas vacías y puchos encendidos.

Y el telon caia rápidamente en medio de un tumulto fabuloso.

Los artistas, aterrados, ganaban á sus camarines ó se escondian entre las bambolinas, creyendo que el final lógico de aquel bochinche monstruoso sería que pegarian fuego al teatro.

Y este temor se acentuaba mas, porqué en la sala se hacia la proposicion á grandes voces.

Los concurrentes á las mesas de la platea eran los que salian peor parados, porqué de los palcos les llovia toda clase de proyéctiles de grueso calibre, que caian no solo con su propio peso, sinó impulsados por toda la fuerza de los que los lanzaban.

Aquí mediaba siempre la Policía, pero obteniendo un resultado negativo.

Tratándose de los jóvenes mas distinguidos de Buenos Aires, los vigilantes no se atrevian á proceder con toda la severidad necesaria.

El oficial ó el comisario de servicio temia se produjese un conflicto sangriento, y la presencia del jefe de Policía se hacia inevitable.

El señor O'Gorman, con aquel tino y aquella suavidad que le era característica, se presentaba en el sitio del conflicto y el tumulto cesaba como por encanto.

La concurrencia se calmaba, los contusos enfilaban á la botica mas cercana, el telon se alzaba, y la representacion continuaba como si nada hubiera sucedido.

Así seguia la funcion en medio de aplausos, silbidos y papas arrojadas á la escena, quedando siempre triunfante y airoso aquel grupo de traviesos jóvenes que lo habían producido, por no querer alterar el programa.

Noche llegó en que los artistas tuviéron que salir en corporacion al escenario y pedir disculpa á aquellos traviesos por no haber hecho caso de sus pedidos, prometiendo la mayor sumision para en lo futuro.