guiente sin que el cliente volviera ni se tuviese de él la menor noticia.
¿No le habria sucedido alguna desgracia?
Montevideo no era muy seguro entónces; se habian producido algunos hechos criminales y no era imposible que Luis Repetto, ya el hotelero no lo llamaba de otro modo, hubiera sido victima de una asechanza criminal.
El dueño del hotel dió entónces cuenta á la Policía de la desaparicion del cliente, y se hiciéron diligencias para averiguar su paradero.
Entónces la Policía se ocupaba mas en hacer política que en la averiguacion de crímenes.
Montevideo pasaba por una mala época y poco le importaba que un cliente extrangero se hubiese ido de un hotel sin pagar su cuenta de gastos.
Los nocturnos amigos de Lanza se aburriéron de ir al hotel á preguntar si se tenia alguna noticia y no se ocupáron mas de la cosa.
Solo el dueño del hotel recordaba á su cliente con la fuerza de los novecientos y tantos nacionales que le habia gastado y cuyo pago no obtendria jamas.
Y convencido que el cliente era un estafador que se habria vuelto á Europa ó ido al diablo, concluyó por no preocuparse mas de la cosa.
A los tres meses se resolvió á violentar el equipaje, encontrando en él ropas de valor realmente para su dueño, pero que vendidas por él no alcanzarian á producirle cincuenta nacionales.
Y guardó aquellas ropas en la esperanza lejana de que Luis Repetto habria sido victima de algun secuestro ó alguna desgracia y que no tardaria en aparecer, aunque la falta de dinero que él creia hallar en el equipaje, le dió malísima espina.
Pero toda espera fué vana: en el hotel Washington no se volvió á tener mas noticias del tal Luis Repetto.
Una vez en camino y seguro de que el único interesado en su viaje, el dueño del hotel, ni siquiera lo habria sospechado, Carlo Lanza recobró todo el buen humor que habia perdido momentáneamente y se trasladó al comedor, donde ya estaban reunidos los demas pasajeros.
Vestido correctamente el jóven y con su presencia simpática, al momento trabó relacion con los pasageros que le pareciéron mas respetables y de mejor posicion.
Y volvió á resucitar su historia de grandezas, diciendo que era un capitalista italiano que venia á estudiar á Buenos Aires para ver si se podia establecer algo de notable respecto á comercio.
Y con este motivo volvió á su fiebre de adquirir informes