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sus dependientes y demas personas que escucháron á Lanza, podian figurarse que realmente él debia grandes servicios á aquel bribon, cuando así se atrevia á hablarle.

Así es que sin salir del tono exigido por la educacion correcta, enrostró á Lanza su miserable proceder.

—Nunca hubiera creido que usted fuera capaz de cometer acciones semejantes, señor Carlo Lanza.

Yo hacia á usted todos mis cargos sin creerlos yo mismo y deseando oir de sus lábios la justificacion mas completa.

Pero al ver la manera como usted me contesta, no solo estoy convencido de que todo es cierto, sinó que veo con dolor que es usted un ingrato y un gran insolente.

Usted se irá de mi casa, si señor, pero ántes devolverá todas esas diferencias de comision cobradas, y volverá á la casa la clientela que le ha arrebatado.

Lanza, tratado de esa manera, no podia retroceder.

Si él aflojaba en su actitud era reconocer ante los demas la verdad de los cargos que se le habian hecho.

Tenia que sostenerse en el terreno insolente en que se habia colocado, así es que respondió á Caprile que él era el ingrato que desconocia los servicios por él prestados a su casa.

—Yo no tengo que justificarme de nada, no devolveré nada, continuó.

Es la primera persona que se permite la insolencia de dudar de mí, añadió, que soy la honestidad personificada, y á semejantes personas no tengo consideraciones que guardar.

Yo me voy inmediatamente y como veo que hay interés en no pagarme lo que se me debe, yo lo perdono, poca falta puede hacerme ese pucho de dinero.

Guárdelo, señor Caprile, y sea feliz con él.

La discusion habia traido al escritorio de Caprile á sus dependientes y á algunas personas extrañas que en la casa se encontraban.

Caprile perdió por completo los estribos y las frases de ladron y sin vergüenza se cruzáron enérgicas y violentas con las de explotador y villano.

El señor Caprile se levantó, no pudiendo contenerse mas, y el ruido característico de un bofeton puso fin al diálogo.

El incidente venia así al terreno donde Lanza queria traerlo, pues así era mas fácil su salida.

En una lucha con Caprile, hombre fuerte y bravo, él tenia que sacar forzosamente la peor parte.

Pero ¿qué le importaba todo esto si lo hacia salir del escriorio sin dar explicaciones de ningun género y quedando libre de toda responsabilidad?

Se felicitó de la actitud violenta de Caprile y se batió débilmente, tratando solo de emprender la retirada para evitar mayores golpes.

Caprile, que habia perdido toda la calma y que no reflexionaba ya, avanzó sobre él tratando sola de sacudirle los mayores golpes posibles.