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A su suegro le proponia que remitiera mercaderías á consignacion, cuyo importe cobraria él con giros contra los mismos banqueros Parody, indicándole ya la clase de mercaderías que habia de mandarle, con el último precio á que podria venderlas.

Luisa tambien, á indicacion de Lanza, habia escrito á su padre dándole cuenta de su casamiento, contándole la clase de persona que era su marido, lo feliz que era á su lado y el crédito y respeto de que este gozaba.

«Soy completamente feliz, padre mio, tan feliz, que hasta bendigo mi vida pasada, puesto que ella es causa de que yo haya venido á América.»

Con semejantes cartas, reunidas á los conceptos de don Estéban, el viejo Maggi no podia ménos de estar sumamente contento y tener en su yerno una confianza ilimitada.

Todavía Lanza no habia concluido de establecerse por completo en su negocio de giros y correspondencia, cuando ya pensaba en negocios de una magnitud asombrosa.

Estaba convencido que para seguir bien y ganar dinero y crédito, lo mejor era proceder con una hombría de bien irreprochable y cumplir exactamente sus compromisos.

Podia ganar mucho mas explotando á aquella inocente clientela, pero esto no le convenia en manera alguna, porqué descubierto cualquier mal procedimiento, era sembrar la desconfianza en aquella buena gente tan desconfiada por naturaleza.

Un napolitano de aquellos, descontento, bastaba para anularlo ante toda la clientela napolitana.

Muchas veces se le proporcionó la oportunidad de hacer un buen negocio disponiendo de dinero que tenia en su poder para remitir á Europa.

Pero esto habria demorado sus pagos allá y una demora podia costarle su crédito ante los remitentes.

Por el momento era preciso proceder limpiamente; este era su verdadero negocio.

Despues, si su suegro le remitia mercaderías á consignacion, podria entónces negociar con mas desahogo.

Luisa entretanto habia establecido un pequeño taller de modas, donde confeccionaba trajes únicamente para sus relaciones, lo que le daba una buena utilidad.

Cortaba la ropa de una manera admirable, y como las señoras á quienes vestia se iban pasando la palabra, su clientela crecia al extremo de tener que rechazar trabajo por no poderlo atender, no queriendo tomar oficialas porqué ya la confeccion no sería la misma, ni tenia tampoco local suficiente para colocarlas á trabajar.

Queriendo explotar sus talentos de embalsamadora, lo que era un buen negocio, se habia dedicado tambien á este bello arte, poniendo en la ventana de la calle este curioso letrero manuscrito por Lanza:

«Aqui simbalsama pacarito.»

Y de noche, aburrida de trabajar con la aguja todo el dia