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rosamente á don Estéban quien, á pesar de la fortaleza de su cabeza, sentia que las piernas le flaqueaban.

¡Y eso, que habia bebido mucho ménos que el curita!

Este, para corroborar todo lo que habia dicho, se retiró á pié, rechazando el carruage que se habia hecho quedar expresamente para coducirlo hasta su casa.

La despedida del curita puso así fin á aquella buena y familiar fiesta, que tan agradable recuerdo dejó en todos los que á ella habian asistido.