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«Amigo dueño del hotel Washington:

«El individuo que tiene usted alojado como Carlo Lanza, no se llama Carlo Lanza, siendo este un nombre que se ha puesto para entrar á su casa.

«Hoy se ha ido con unos amigos á pasear á la Colonia, de donde no ha de volver hasta el fin del mes.

«Cuando venga haga que le confiese su verdadero nombre, que es Luis Repetto.

«Un amigo.»

Con esta carta, Lanza salvaba su propio nombre que era lo que le interesaba.

Cerró la carta, le puso sobre y se fué con ella al correo.

Y cuando ya iban á cerrar el establecimiento, la franqueó y entregó, rogando la incluyeran al dia siguiente en el primer reparto.

De este modo quedaba seguro de que la carta en que salvaba su nombre, no llegaria á poder del dueño del hotel hasta despues de haber desembarcado él en Buenos Aires.

Lanza hizo tiempo hasta las cinco, paseando las calles, y á esa hora recien se dirijió al muelle, algo asustado, porqué habia cometido la chambonada de tomar su pasage tambien á nombre de Carlo Lanza, lo que podia muy bien revelar á la Policía su viaje á Buenos Aires.

Pero ya el barro estaba hecho y no tenia lugar á enmienda, siendo forzoso aguantar las consecuencias que vinieran.

A las cinco y cuarto Carlo Lanza tomó un bote y sin atreverse á mirar atrás se dirijió en él hácia el Rio de la Plata, que habia hecho ya su primera señal de partida.

El bote cortaba con gran rapidez las tranquilas aguas del mar, que aquel dia estaba tranquilo como nunca, y á Lanza le parecia sin embargo que iban á paso de carreta de bueyes.

Al fin y cuando el vapor daba la segunda pitada, Lanza subia á bordo, precisamente al mismo tiempo que subia la visita de la Capitania.

Tal fué el susto de Lanza al encontrarse con la autoridad maritima, que las carnes le tembláron como si fueran á desprendérsele de los huesos.

Preguntó inmediatamente por el comisario de á bordo, á quien exhibió su boleto de pasage, reclamándole el camarote correspondiente, porqué tenia un dolor de cabeza espantoso y queria su recostarse.

Es que Lanza queria evitar que fuera á notarse la cargazon de ropa que tenia encima, que podia dar á sospechar algo de persona.

El comisario señaló á Lanza un camarote, donde este entró á gran prisa, siendo su primera operacion desnudarse, quitándose la ropa que llevaba de mas, y quedando en un traje mas liviano y elegante.

Si el oficial de visita traia alguna órden de demorarle el viaje y bajarlo á tierra, Lanza estaba perdido, pero resuelto á afrontar la situacion.