Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/239

Esta página ha sido validada
— 239 —

cargó le diera y que entregó con la peor gana de este mundo, murmurando:

—En la primera confesion séria que haga, me confesaré de estos cien pesos que pago, aunque, bien visto, es un delito que cometo por cuenta agena.

Dos horas despues almorzaba plácidamente con Lanza, y le entregaba el boleto narrándole entre alegres carcajadas la cara de asombro que ponia el cura, cuando él le contaba que si alguna fortuna habia tenido, habia sido para emplearla y repartirla entre la iglesia y los necesitados.

Y cuando llegaba al fin de su relacion, exclamaba:

—¡Con cuánta gana me hubiera reido de aquel imbécil, despues de recibir el boleto!

Solo el temor de perjudicarle ha podido contenerme.

No importa, ahora que he hecho este descubrimiento, todos los meses necesito confesarme con el nombre de diferentes amigos, pero para tener el placer infinito de echar al diablo al cura una vez que me dé el boleto.

Así no solo lograré una diversion estimable sinó que podré negociar boletas de confesion.

¡Oh! yo le aseguro que si no hubiera sido por temor de perjudicarle, hubiera hecho á ese mulato gordo una broma de lo mas gracioso que pueda imaginarse.

Lanza agradeció al amigo las diligencias, y mas todavía, el que las hubiera hecho con la compostura debida.

Y por si acaso éste se habia desmandado en algo, prometió arreglarlo todo por medio de un cheque que lo dejara en un buen punto de vista.

Tomó su boleto de confesion y lo entregó á su amigo el cura que se habia encargado de todo lo referente al matrimonio.

No podia quejarse, desde que habia emprendido aquel asunto todo le salia á medida de su deseo.

Las piezas las habia arreglado de una manera calculada, siendo la peor de todas la destinada á su escritorio, no por miseria sinó por cálculo, pues á sus marchantes no habia de parecerles bien el lujo.

En la pieza destinada á cuarto de trabajo de Luisa, no habia tampoco gran aparato; unos mueblecitos, cualquiera no mas, como para llenar la fórmula.

Donde habia gastado Lanza era en el aposento.

Allí no entraria sinó gente de confianza y no tenia por qué hacer aparato.

Para padrino de su casamiento habia pensado en Cánepa, pero despues habia tenido miedo de decirle la menor palabra.

Cánepa sabia que Lanza andaba en noviascos, que se casaba tal vez; pero no sabia con quien ni cuando.

Lanza temia que éste le desbaratara todo su plan, por lo que resolvió no decirle nada hasta despues de casarse.

Así es que cuando Cánepa trataba de explorarlo con alguna broma, él se mantenia en absoluta reserva sin dejarle traslucir nada.