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Puede usted visitar á Luisa en mi casa cuando quiera; allí conversaremos sobre los demas detalles necesarios.

Lanza tocaba el cielo con la mano; su casamiento era una cosa hecha que nada podria desbaratarlo.

A las cuatro de la tarde y en una salida que tuvo necesidad de hacer, se fué hasta lo de la modista, para dar su último toque á su fingido viaje á Montevideo.

Queria estar absolutamente tranquilo á este respecto y para ello no necesitaba mas que ir á despedirse de la mujer.

Dió á su fisonomía toda la expresion de tristeza que le fué posible y entró hasta el taller donde ésta trabajaba.

La despedida no podia ser larga, porqué el vapor salia dentro de media hora, y aun tenia algunas otras cosas que hacer.

Mil cariños, mil recomendaciones de no olvidarse por nada de este mundo y todo quedó concluido.

—Espero que mi ausencia no durará mas de un mes, le dijo Lanza, pero en todo caso nunca será mas de mes y medio.

Lanza quedó libre de aquella hipoteca, pues en hipoteca se habia convertido ya para él su modista.

Solo le faltaba la retirada de la casa de Cánepa, que no sabia como emprender.

—¡Que diablo! pensó, nos retiraremos poco a poco y sin decir una palabra.

Cuando me haya casado veremos como se sale de esto.

Lanza no habia contraido ningun compromiso de palabra con la familia de su amigo, nada podia este reprocharle, y sin embargo y sin explicarse el por qué, Lanza temia que ellos tuvieran noticia de su casamiento.

Regresó al escritorio como siempre, y pensando en esto se demoró allí hasta su hora habitual.

Su felicidad era tanta, que no le dejaba mucho tiempo para pensar en otras cosas.

Solo deseaba que llegara cierta hora de la noche para irse á lo de Maggi á hacer su visita.

Ya Lanza se veia convertido en un banquero mas fuerte que el mismo señor Caprile y dueño de una fortuna de un millon de patacones.

Nunca comió con mas apetito como en aquella noche.

Se bebió tranquilamente una botella del mejor vino que encontró en el hotel.

¡Quién le hubiera predicho aquel estupendo casamiento poco tiempo ántes, cuando era un miserable mozo de casino ó el pobre y esclavo cochero de la familia de Lima!

Lanza se estremeció poderosamente al recordar esa época dolorosa de su vida, y apartó rápidamente este recuerdo de su pensamiento como se aparta un testigo peligroso que puede ser un obstáculo insuperable á la felicidad que se persigue.

Si Maggi llegaba á conocer esa época de su vida, si la misma Luisa llegaba á penetrar sus intenciones, era seguramente un hombre perdido; su negocio se le haria humo entre las manos.