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—Es que no me admite sinó en las condiciones que te he dicho, y ahora, sabiendo como ha de saberlo que he estado en un casino, no me admitirá en manera alguna.

—Ya discutiremos esto con mayor tranquilidad cuando yo te explique todo lo que tengo en la cabeza; ahora vamos á almorzar donde almorzamos ayer, que estaremos tranquilos y sin que nadie nos interrumpa; despues verás, querida mia, todo el plan de felicidad que te traigo si, como no lo dudo, correspondes al amor que por tí abrigo.

Conversando así y prodigándose mil caricias llegáron al Robinson.

La patrona, recordando el morrudo pago del dia anterior, acudió en el acto á servirlos, llena de solicitud complaciente.

Los llevó á una especie de salita mas paqueta que la del dia anterior y procedió á arreglar la mesa sin preguntar nada, pues ya se suponia que vendrian á almorzar.

Lanza contemplaba á la jóven con verdadero arrobamiento, pues la jóven era realmente bella, y mas que bella, magnífica.

Y ella tenia para Lanza una expresion mucho mas cariñosa y hasta apasionada.

Este que veia en todos sus síntomas la realizacion de su negocio, estaba radiante de alegría.

Deseaba que la hotelera concluyera de una vez sus arreglos para entrar en materia, pues por el mismo incidente de la calle, le parecia que ninguna situacion podria ser tan á propósito como aquella.

Luisa se despojó de su sombrero y de todo aquello que podia serle incómodo y se sentó á almorzar una vez que todo estuvo arreglado y cerrada la pieza.

Fué entónces que Lanza con una habilidad de que él mismo quedó maravillado, desarrolló su plan.

—Al escuchar tu historia, Luisa mia, sentí ayer una impresion muy difícil de detallar, dijo, porqué ella era el resúmen de sentimientos múltiples.

Al amor ciego que te tenia, se habia agregado un sentimiento de admiracion profunda.

Cualquier mujer que se hubiera hallado en tus circunstancias, abandonada de todos los que debian ampararte, se hubiera perdido en el cáos inmenso de la vida.

Y Lanza buscaba con afan las palabras mas sonoras para deslumbrar el espíritu poco cultivado de Luisa.

—Esa historia me mostró que eres fuerte, continuó, que habias sabido conservarte digna contra todas las tentaciones del mundo y todas las consecuencias del despecho.

Y pensaba que el hombre que hubiera sabido elegirte como compañera, habria sido un hombre feliz en toda la acepcion de la palabra.

Solo y privado de los encantos de la familia, muchas veces pensé en esto, Luisa, y recorrí tu vida tramo á tramo, buscando una deduccion exacta del porvenir.

Muchas veces yo habia pensado casarme para engañar la