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Pero cuando vió que Lanza entraba al cuarto de Luisa y pedia champagne, se calmó por completo y hasta se puso amable.

Luisa podia haber echado un gancho, pero lo habia echado con provecho de la casa, que era lo principal.

No habia pues nada que temer para la tranquilidad de la hermosa jóven.

Lanza estuvo allí el tiempo necesario para dejar consumir tres botellas de champagne y dejar á Luisa mas enamorada que nunca.

Cuando él se retiró, la jóven lo acompañó hasta la puerta de calle, estrechándole expresivamente la mano, y la dueña de casa quedó firmemente convencida que Luisa habia hecho una conquista que le dejaria muchos miles de pesos.

Apénas dió vuelta la esquina, Lanza se estrechó una mano con otra, diciéndose interiormente y en alta voz:

—¡Eres un gran hombre, Carlo Lanza! eres un gran hombre digno de todo lo bueno que te espera.

Escuchando á Luisa, Lanza habia estado haciendo sus cálculos.

Si Luisa se casaba en América, su padre no tenia mas remedio que aceptar el heredero, fuera ó no de su agrado.

—¿Qué inconveniente puede tener, desde que se trata de una persona honesta y trabajadora?

¿Qué mas quiere que uno cargue con la hipoteca de su hija, dada la vida que ha llevado?

Luego, con este insperado golpe de fortuna, ¿qué necesidad tengo yo de proceder mal, cuando mi negocio está en proceder bien?

Casado con su hija, podré entrar en negocios con el viejo Maggi, pedirle mercaderías á consignacion y girar contra él mas tarde, cuando esté convencido que soy una persona cumplidora, un banquero.

Mi ciencia está ahora en no dejar conocer mis intenciones y en apoderarme de Luisa, de modo que ella en mi cariño, vea siempre un beneficio del cielo.

No hay mas remedio, me caso, me caso como quien hace una obra de caridad y sin dar á sospechar que el verdadero beneficiado soy yo.

Toda mi ciencia está ahora en fomentar su amor, pues es indudable que se ha enamorado, con un poco de cálculo, porqué jamas se soñó ella hacer casamiento con una persona de mi aspecto.

Esto, en cuanto se trasluzca, me vá á traer un rompimiento con el amigo Cánepa y con mi vieja modista, pero ¿qué diablos me importa desde que realizo el mejor de mis negocios?

¡Qué buen servicio me ha hecho la pobre vieja al no quererse casar conmigo! no solamente aquí hay mas plata y mas facilidad, sinó que mi mujer es jóven y es bella.

Ha tenido su faltita, pero esto se olvida fácilmente; lo ha olvidado ella y aquí nadie lo sabe.