Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/216

Esta página ha sido validada
— 216 —

Tú eres digna que te amen, Luisa, y yo te amo inmensamente.

Creo que puedo esperar ser correspondido de la misma manera, y pienso en una solucion digna que asegure para tí el porvenir que mereces.

Luisa tomó las manos de Lanza y las acarició besándolas.

—No en vano me sospeché que eras un espíritu generoso y grande, le dijo, Dios bendiga el momento en que te conocí.

Por entretenida que estuviera Luisa, al fin notó que la noche habia cerrado completamente y dijo alarmada:

—Debe ser tardísimo, Carlos, y aquella mujer ha de estar furiosa conmigo.

—Poco debe importarte hoy de sus furias, Luisa, porqué yo pienso en tu porvenir de una manera séria y estable.

Sufre un par de dias mas, miéntras yo medito, que siempre lo que se hace con calma es lo mejor.

Yo no me separaria mas de tí, te llevaría á donde pudieras estar sin depender de nadie, pero no quiero proponerte nada que no sea correcto.

Vuelve alli, Luisa, que un día mas de penas nada puede perjudicarte cuando se trata de tu futuro, y espéralo todo de mí.

Ahora, si quieres que nos vayamos á otra parte, habla con franqueza, yo te buscaré un cuarto en un hotel, donde estarás miéntras yo piense en algo que no quiero decidir hasta mañana, para madurarlo mejor.

—No, gracias, respondió Luisa conmovida; me entrego por completo á tu voluntad.

No sé qué poder extraño me empuja á tí, mostrándome que no puedo esperar nada malo.

Mira, Cárlos, con poca cosa yo podria ser feliz: con un simple tallercito donde poder trabajar con mis gorras y mis aves embalsamadas, yo seria completamente feliz.

—No te preocupes de nada ahora, respondió Lanza con profundo aire de proteccion, que yo pensaré en todo con la mayor solicitud; pronto concluirán todas tus penurias, yo te lo aseguro.

Ahora yo te voy á acompañar hasta el casino, y allí haré un poco de gasto para calmar la rabia que pueda tener aquella mujer por tu tardanza, retirándome solo, si veo que no hay peligro de que te hagan alguna escena desagradable.

Mañana, á la misma hora de hoy, te espero en el mismo parage: yo te aseguro que he de llevarte una noticia que te ha de hacer feliz.

De tal manera habian dejado pasar el tiempo, que cuando salieron del Robinson eran las doce de la noche.

Lanza, para no llamar la atencion, hizo detener el carruage en la calle de Cuyo, y allí lo despachó siguiendo á pié hasta el casino, donde entráron por la puerta escusada, calculando que en el casino habia mucha gente.

Como ya se lo habian sospechado, la patrona estaba furiosa, aunque nada dijo.