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Una veta magnífica.

Miéntras Luisa narraba, Lanza habia tenido su pensamiento en una actividad pasmosa.

Estar en contacto con la hija de un banquero, tan accesible al amor, era una bolada que no podia desperdiciar.

Y Lanza hacia todo género de cálculos sobre aquella fortuna que no habia podido atrapar el imbécil de Arturo.

Luisa lo contemplaba extasiada, como dominada por la simpatia que se desprendia de su persona.

Aquel hombre que, á pesar de la situacion excepcional en que se encontraba, la habia tratado con el mayor respeto y recogimiento, se hacia justamente acreedor á todo su cariño.

Estaban solos, encerrados en una pieza de un café de aventuras amorosas; y sin embargo, á pesar de todo el entusiasmo que un hombre jóven debia despertar su belleza, este no habia pasado los límites del respeto.

Puede decirse que Luisa se habia enamorado de Lanza, sintiendo hácia él una confianza ilimitada.

La cantidad de alcohol que habia tomado, la tenia en una situacion amorosa sumamente grata, al extremo de desear que ella se prolongara lo mas posible.

Deseaba ademas poder apreciar con certeza la impresion que su relato habia hecho en el espíritu de Lanza, y la conducta que este tendría en seguida para con ella.

El tiempo habia pasado de una manera tan insensible para ellos, que ni siquiera notáron que habia anochecido.

La luz de la luna entraba magnífica por las ventanas iluminando la pieza, y Lanza, que era el que solo habia notado esto, se guardaba muy bien de decirlo.

Aunque excitada por el alcohol, Luisa habia tenido el suficiente tino para ocultar algun pecado amoroso que calculó no hubiera producido buena impresion.