Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/211

Esta página ha sido validada
— 211 —

—Encuentro este temperamento mucho mas razonable, dijo mi tio, ya que quieres llevar una vida de tan absoluta independencia.

Yo siento esto enormemente porqué no hubiera deseado que te separaras de mí, desde que á mi te ha recomendado Luis, á quien tú sabes que yo quiero inmensamente.

Si va no tuviera hijas, no te diria nada, agregó; poco me importaria que volvieras á esta ó aquella hora, pero teniendo hijas ya es distinto.

No todos las conocen; al verte entrar á deshoras, muchos pueden creer que eres una de ellas.

En realidad, mi tio tenia razon, y era mucho mejor separarnos así amigablemente que separarnos enojados.

Con aquella franca conversacion, yo habia definido perfectamente mis posiciones y conquistado el claro derecho de hacer lo que me diera la gana.

No era muy fácil encontrar, así á dos tirones, un par de piezas como yo queria, sin contar con que yo no tenia aun suficiente trabajo para sostener mi vida de absoluta independencia.

Cuando conté mi resolucion de vivir sola á las amigas con quienes me daba, todas aplaudiéron mi determinacion, prometiéndome buscarme una ocupacion que me diese lo bastante para sostenerme.

Fué entónces que me proporcionáron el casino donde me has conocido, pero á mí no me gustó, despues que supe lo que era un casino.

Pero me presentáron á la dueña y esta empezó á seducirme con diez mil promesas doblemente halagadoras dada mi situacion.

Por último me dijo que yo iria á su casa sin mas que hacer que atraer la clientela y entretenerla, que no tendria ninguna de las obligaciones de las otras muchachas, que sería absolutamente libre y que me daria un buen sueldo.

Yo no quise cerrar trato, porqué aquello no me gustaba mucho, aunque mi independencia era completa, y dejé así sin resolverme, miéntras buscaba algo mejor.

Era cuestion de tener paciencia y nada mas, y yo hubiera encontrado una ocupacion mejor si mi tio no me hubiera precipitado.

Quince dias despues de aquel convenio que habíamos hecho, volvió á suceder un nuevo contratiempo, mas grave que los demas por la severidad de mi tio.

Era el dia del santo de una de aquellas amigas con quien mas relacion tenia yo.

Me habia invitado á comer, y aquella tarde yo hice presente á mi tio el objeto de mi salida.

Habíamos comido muy bien y ya se sabe que cuando se come así, el tiempo pasa insensiblemente, contribuyendo á hacerlo pasar mas rápidamente el buen vino que habíamos bebido.