Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/208

Esta página ha sido validada
— 208 —

Recien entónces comprendí que se habian divertido con nosotras, refiriendonos aquellos cuentos fabulosos, pues me encontré en una ciudad como cualquiera de las que habia visto en Europa.

Como traia la direccion en el sobre de la carta que me dió mi padre, me hice conducir en el acto, con mi equipage, á casa de mi tio, á quien puede decirse que yo no conocia, porqué era muy pequeñita cuando él se vino de Europa.

Mi tio, cuando supo quien era yo, me recibió con la mas agradable sorpresa.

Como mi viaje habia sido improvisado, no habíamos tenido tiempo de anunciarselo, así es que su sorpresa no pudo ser mayor ni mas grata.

Mi tio con mi padre se querian mucho, y una hija suya era para este un verdadero regalo, demostrándome toda su familia el cariño que me profesaban.

Todo aquel dia lo pasamos entretenidos en hablar de Génova y de las rarezas de mi padre, y mi tio no abrió la carta que yo le traia, diciendo que reservaba su lectura para la noche.

A mí me habian arreglado una cama en el aposento de mis primas, de quienes debía ser como hermana.

Estas me acomodáron mi ropa en sus propios roperos, obsequiándome con una porcion de cosas necesarias en las que yo no habia pensado, porqué habituada á la miseria de mi padre, ni siquiera sabia que existiesen.

Al otro dia mi tio me llamó á su cuarto, á una conferencia privada.

Habia leido la carta de mi padre, é impuesto de mi historia se habia alarmado un tanto cuanto, con cierta razon, puesto que él tenia la responsabilidad de toda su familia.

—Tu padre me cuenta aquí, Luisa, toda tu desgraciada historia, me dijo, y veo que necesitas de todos mis consejos y de todo mi cuidado, puesto que ahora puede decirse que yo soy el responsable de tu porvenir.

Vas á vivir con mis hijas, puras é inocentes, y es preciso que ni siquiera sospechen los motivos que te han obligado á venir á América.

Yo no quise ocultar nada á mi tio, lo que hubiera sido inútil desde que mi padre se lo contaba, y le manifesté que precisamente habia salido de Génova para olvidar mi pasado y criarme un porvenir nuevo y debido á mi trabajo, aquí donde nadie me conocía.

—Me es tan odioso ese pasado, le dije, que ni siquiera deseo recordarlo; es como un sueño horrible del que felizmente he salido ya.

Yo quiero trabajar y hacerme un porvenir con mi trabajo, porqué no quiero ser gravosa á nadie, y usted no tendrá de qué quejarse respecto á mí.

Mi tio se mostró muy alegre al oir la manera con que yo me expresaba y las ideas que me animaban, asegurándome que él estaba dispuesto á ayudarme en todo.

Hablando en este sentido, convinimos en que por el momento