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—Ha pedido á usted esta dama que no le falte al respeto, dijo entónces severamente el hombre que estaba con nosotros sin darme tiempo á contestar.

Espero que no habrá necesidad de pedirlo de otro modo.

Arturo le preguntó quien lo autorizaba para hablar así, lo que provocó una respuesta mas dura, y de palabra en palabra se fuéron á las manos.

Los amigos de Arturo viniéron en su defensa, y en la defensa del otro jóven otros amigos que comian en el mismo café en otras mesas.

El escándalo fué entónces tremendo, porqué aquello tomó todo el aspecto de una batalla.

Toda la gente que habia en el café acudió al estrépito del combate, separándolos á todos.

Arturo habia llevado felizmente la peor parte, porqué le habian sacudido de firme.

Para compensar de algun modo á mi defensor triunfante, salí con él del café y por primera vez me hice acompañar con él hasta mi casa.

La noticia de aquel escándalo llegó á oídos de mi padre, con mayores proporciones de las que en realidad habia tenido y esto provocó una raspa que me echó aquel, seguida de una prohibicion que no podia aceptar yo.

—Estos escándalos no pueden repetirse, de modo alguno, me dijo, porqué son una vergüenza inaguantable, y para que cesen del todo no quiero que vuelvas á ningun café.

—Pero esto es ridículo, respondí yo, que haya de privarme de mis diversiones porqué á ese canalla le dé la gana.

Tendria que no salir á ninguna parte, porqué lo que ayer hizo en el café lo haria en plena calle.

Yo no podria estar libre de los escándalos de ese canalla sinó encerrándome en mi casa, y no estoy dispuesta á llevar la vida de monja.

—Pues yo no quiero que por tus paseos ande nuestro nombre de boca en boca y unido á ruidosos escándalos.

Yo no respondí nada viendo que nada habia de ganar con discutir, pero resuelta á seguir no mas en mis paseos á pesar de la prohibicion de mi padre.

Así, el domingo siguiente, sin decirle nada salí á pasear y me fuí al mismo café del escándalo.

Pero ese dia no estuvo Arturo; no tenia aun tiempo de haberse repuesto de los golpes que se chupó.

Se comentó alegremente la aventura del domingo anterior y yo tuve que decir que aquel no era mas que uno de tantos amantes desesperados á quien el vino habia puesto en un estado mas violento y amoroso, lo que no pasó sin ciertas observaciones, porqué la historia de la fuga de mi casa era demasiado conocida en Génova.

Por esos amigos vejetes que nunca faltan, mi padre supo que yo habia vuelto al café á pesar de su prohibicion, lo que motivó un nuevo disgusto mas violento que el primero.