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El carácter de la avaricia.

Aun no habia tenido tiempo de darme cuenta exacta de mi situacion, cuando el tren se detenia y Arturo me hacia descender en un pueblito que me dijo se llamaba Albisola.

Es un bello pueblito cerca de Génova, que tal vez tú conozcas.

Mi traje ligero y Arturo sin equipaje de ningun género, nos hacia parecer todo, ménos fugitivos.

En aquel bello pueblito, nos dirigimos á la casita que Arturo habia arreglado él mismo para nosotros.

Como era poco el tiempo que allí íbamos á permanecer y un sitio á donde no volveríamos mas, no habia allí en muebles mas que lo estrictamente necesario.

Cama, una mesa, sillas y una buena provision de ropa para mí.

Eso sí, Arturo que conocia la miseria en que vivíamos en casa, me habia llevado la ropa que mas necesaria debia serme y en cantidad bastante para que no me faltase.

Todo me lo mostraba entre mil caricias, pero yo no tenia la cabeza para pensar en ropa ni en aquellas simplezas.

Estaba con el pensamiento lleno del paso que habia dado.

Pensaba en la afliccion de mi padre al no hallarme en casa, y en que á aquellas horas me andarian buscando por todas partes.

—Por Dios, Arturo, le decia, si llegan á encontrarnos, ¡qué vergüenza! ¡yo quiero morirme ántes que volver á casa!

—No tengas cuidado, que eso es imposible.

Yo he tomado mis medidas para no dejar rastro alguno.

Mi mismo padre me crée en el Piamonte, porqué yo le he dicho que para allá me voy, ya vés que si á él le toman datos, ni siquiera se imaginará donde estamos.

Yo aquí he pasado por un recien casado que vengo á pasar los primeros dias con mi mujer, me conocen por otro nombre y mi presencia contigo no puede llamarles la atencion.

Poco á poco los cariños y las razones de Arturo me fuéron