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Se necesitaba un empleado para que estuviese de firme en la casa, y otro para que hiciera en la calle aquellas diligencias que nosotras no podíamos hacer, como ir á entregar al museo las aves embalsamadas, cobrar las cuentas y otras cosas imprescindibles.

Mi padre se vió forzado á tomar dos dependientes, con muy escaso sueldo, pero con la promesa de írselos aumentando á medida que se pusieran mas prácticos.

Uno de estos era un jóven de muy buena familia, bien acomodado y sumamente simpático.

Desde que este jóven entró en la casa, se vió su deseo de ser agradable y necesario á mi padre, que le tomó cariño desde el principio, viendo sus buenas disposiciones y su deseo de trabajar.

Arturo que así lo llamaré, era muy fino y atento conmigo.

Me hablaba con mucho cariño y me ayudaba en mis quehaceres todo el tiempo que lo dejaban libre los suyos.

Yo hallaba cierto encanto en su conversacion y recibia con placer todas sus demostraciones de cariño.

Un dia, miéntras embalsamaba un bello pájaro, se acercó á mí y me dijo cariñosamente:

—Yo no tengo necesidad de este empleo, Luisa, ni de un sueldo tan miserable.

Sin embargo, por este he despreciado empleos mucho mas ventajosos como carrera y con un sueldo diez veces mayor.

Y hubiera tomado este aun sin sueldo; ¿sabe usted por qué, Luisa?

Yo no sé por qué me turbé, miré á Arturo poniéndome colorada y no atiné á contestarle.

—Pues lo he preferido, siguió el jóven, porqué este empleo me proporciona el placer de estar siempre á su lado, porqué desde el primer dia que la ví á usted, la amé con locura.

Yo la amo, Luisa, con delirio, como solo se ama una vez en la vida, y creo que no habria sacrificio en la vida que no abordara por no salir de esta casa que me proporciona el placer de estar á su lado.

Francamente yo recibí aquella manifestacion con el mayor agrado.

Sentia por aquel jóven un cariño dulce y tranquilo que yo misma no acertaba á explicarme.

No le contesté nada, me limité á mirarlo, pero lo miré con tal expresion, que él me dió las gracias diciéndome:

—Dios bendiga esos ojos cuya mirada me hacen tan feliz en este momento.

Desde aquel dia empezáron con el jóven unos amores vehementes como era natural en jóvenes de nuestra edad.

Eran las primeras palabras de amor que yo sentia pronunciar á mi oido, y eran dichas con tanto cariño, con tanta dulzura, que me sentí fuertemente emocionada.

Desde entónces todos los momentos libres que tuvimos, fué para conversar de nuestro amor, y para hacer mil proyectos del porvenir.