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Luisa caminaba rápidamente; habia visto la volanta y como no podia ser otra que aquella donde el jóven la esperaba, habia apretado el paso.

Lanza, con el corazon estremecido de emocion, abrió la portezuela y esperó.

Minutos despues llegaba Luisa, entraba en la volanta rápidamente y esta enfilaba por la calle de Santa-Fé.

Lanza no pudo contener una exclamacíon de asombro al ver á Luisa en su soberbio trage de paseo.

Se conocia que ella habia puesto todo su esmero en embellecerse.

Y en aquella sonrisa plácida y jovial que mostraba sus dientes blancos y brillantes por un esmalte purísimo, se comprendia que la jóven estaba satisfecha de sí misma.

Su trage elegante y de colores frescos, armonizaba artísticamente con el leve y sonrosado color de su piel, de una tersura infantil.

—Bella, exclamó Lanza, bella hasta el asombro; te miro, Luisa, y tengo que mirarte mucho para convencerme que no eres una criatura de otra vida mejor.

Me parece que no eres una mujer de la tierra.

Luisa se desentendió de este cumplimiento que llenaba su alma de mujer, abandonó su mano á Lanza, que la llevó á los lábios, y dijo:

—Me he tardado un poco porqué tuve mis dificultades para salir.

Aquel demonio, sospechando que yo queria salir con alguna otra intencion que la de pasear, queria que una de las muchachas me acompañara.

Y como precisamente mi salida tenia por objeto el vernos libres de testigos, tuve que dar una batalla para salir sola, y apresurar el paso para que no me hiciera seguir.

—Pero ¿no eres perfectamente libre? ¿por qué soportas esa vida de prision?

—Porqué al fin y al cabo allí tengo un refugio y un sueldo, y gozo de absoluta libertad respecto á mi persona.

Pienso que tal vez en otra parte no podria estar tan bien.

Lanza recordó los modales que habia visto usar á los señores de Génova en situaciones parecidas y trató dé asimilarse á ellos en todo lo que le fuera posible.

—Bella, exclamó otra vez con su expresion mas fina y enamorada, besándole de nuevo la mano.

Eres digna de habitar un astro y te conformas con aquel bodegon infame donde explotan, volviéndola dinero, la luz que irradia tu semblante magnífico!

No es posible que sigas en esa vida, Luisa; no es posible que sigas sirviendo á la explotacion de la avaricia; desde hoy en adelante es preciso que yo me haga cargo de tu porvenir y te arranque de allí, como se saca una planta delicada de entre los yuyos que le devoran la vida!

—¿Y qué sería de mi entónces? sola y disgustada con mi familia que no me quiere, ¿adónde iria á golpear la puerta?