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¿Cómo estará aquí esta mujer? pronto saldré de la duda que tanto me intriga.

Lanza se fué á lo de su modista, como siempre, y para no darle á sospechar nada, trató de ser lo mas cariñoso que le fué posible, al extremo que la pobre mujer empezaba á arrepentirse de las sospechas que habia tenido.

Al otro dia muy temprano ya Lanza se hallaba en pié, pretextando una salida de paquete.

Y como esto sucedia siempre, la modista no lo extrañó, despidiendo á Lanza cariñosamente y conviniendo en que aquella noche la llevaria al teatro.

Lanza se fué á su casa de la calle Tacuarí, donde se hizo la toilette mas esmerada de su vida, perfumándose todo como una dama, y conviniendo al mirarse al espejo, que nunca se habia hallado tan buen mozo.

Su peluquero fué puesto á contribucion en el arte de hermosear, hasta que Lanza se encontró positivamente interesante.

Pero desde aquella hora hasta la una, faltaba mucho tiempo que el jóven no sabia como distraer, pues no acertaba á pensar en otra cosa que en su bella conquista y en contar el tiempo que de ella le separaba.

Se metió en un hotel y almorzó, no porqué tuviese apetito, sinó porqué era una manera como cualquiera otra de matar el tiempo.

Cualquiera que lo viera con su trage irreprochable, su gran cadena del reloj y su anillo de brillantes, lo hubiera tomado por un fuerte capitalista que vivia de sus rentas.

Concluido aquel almuerzo en que no pudo comer cuatro bocados, Lanza salió á la calle, y empezó á pasear sin rumbo y sin direccion, hasta que, aburrido y mal humorado, regresó á su casa, donde se dió el último golpe de peine, no dejando de mirarse al espejo un solo minuto.

A las doce y media salió de su casa y tomó en una cochería una volanta de primera clase, cuidando que cerraran bien las cortinillas; y á la una ménos diez minutos se paraba en la esquina del Retiro por la calle de la Esmeralda.