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Era preciso seguir engañando á esta en lo posible, porqué alguna esperanza tenia de poderla explotar por el bolsillo.

Por ejemplo en un apuro y con una suma pequeña que le pidiera prestada con cualquier pretexto, podria muy bien salvarlo de una mala situacion.

Así es que Lanza queria conservarla como un socorro de último extremo y como una fuente de pequeños regalos que de algo le servian.

Y como si temiera que algo pudiera sospechar, aquella noche fué mas cariñoso que nunca.

Al dia siguiente y poco despues de haber abierto su escritorio, se le presentó Cánepa.

El hecho de haber faltado de su casa la noche anterior era tan extraordinario, que solo podia haber sucedido por hallarse enfermo.

Lanza le dijo que efectivamente la noche anterior habia estado enfermo, al extremo que, despues de comer se habia visto obligado á acostarse.

—Hoy mismo yo no debia haberme levantado, pero me pareció mal faltar por una indisposicion que no revestia el menor peligro.

—Eso es una locura, respondió Cánepa, pues la levantada puede costar cara.

—Gracias á que yo tengo una salud de fierro, que si nó, sabe Dios como me iria.

Lanza trabajó aquel dia con el mismo anhelo de los otros dias, á pesar de tener la cabeza medio revuelta por el recuerdo de su bella Luisa.

Nunca un dia le pareció tan largo como aquel.

Cánepa lo fué á ver entre el dia para preguntarle como se hallaba, y lo encontró, segun le dijo, radicalmente bueno.

Como Lanza queria disponer de alguna parte de la noche, despues de comer se fué á lo de Cánepa, de donde se retiró temprano.

Temia que si aquella noche tambien faltaba, éste fuera á su casa á averiguar el estado de su salud y lo hallara ausente.

A las nueve de la noche estaba ya instalado en el café de la calle de Corrientes.

Luisa lo recibió manifestándole la mayor alegría.

—Como convinimos en vernos mañana, le dijo, yo no lo esperaba esta noche, y confieso que ya empezaba á arrepentirme de haberle dicho que no viniese.

—¿Cómo crees que hubiese podido pasar la noche sin verte? preguntó Lanza; por mas que hubiera querido no me habria sido posible; sin saber explicarme como, me hubiera encontrado á tu puerta.

La patrona, como era natural, recibió á Lanza con muestras de la mayor alegría, haciéndolo pasar desde el primer momento á la pieza de Luisa.

Dos minutos despues, y sin que nadie se las hubiera pedido, se presentaba la patrona llevándole dos botellas de vino champagne.