Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/170

Esta página ha sido validada
— 170 —

La conversacion estaba en su periodo mas interesante, pero fué interrumpida de pronto y ya para no poderse reanudar mas.

La patrona, en el interés de que el champagne se concluyese para que pidieran mas, á cada momento mandaba las muchachas á beber ó iba ella misma, de modo que era imposible seguir en la corriente de la conversacion.

Para la patrona, Lanza no era mas que uno de tantos imbéciles ricos á quien se le podia sacar dinero con facilidad, y trataba de explotar la veta desde el primer momento.

Lanza comprendió el juego desde el primer momento, pero se encontró en una situacion sumamente difícil.

Si dejaba concluir el champagne y no pedia mas, para verse libre de visitas importunas y poder conversar á gusto, en el interés de hacerle pedir mas, la patrona le enviaria las muchachas á cada momento á hacerle sus insinuaciones de sed.

Y si pedía mas se las mandaria con mas frecuencia para que lo consumieran pronto y lo obligaran á lo mismo.

Indignada Luisa, que habia comprendido el juego ántes que Lanza mismo, le dijo que no queria que pagara mas vino, porqué aquello era un explotacion indigna é irritante.

Este nuevo rasgo concluyó de enamorar al jóven que replicó:

—¡Pero si es la única manera de poder estar á tu lado! deja que pida.

—Es que de todos modos no vamos á poder hablar, esta gente no se basta nunca y mientras mas pague, mas se meterán aquí y ménos podremos hablar.

—¿Y qué remedio nos queda? si no pido no salen de aquí y la patrona me puede tomar entre ojo.

Al fin y al cabo por unas cuantas botellas de vino estamos solos aunque á cortos intérvalos, y aunque mas no sea que mirándote encuentro bien retribuido mi dinero.

Luisa sonrió tristemente y miró á Lanza con expresion cariñosa.

—Yo no puedo consentir en esta explotacion hecha á mi nombre y por el afecto que usted me demuestra.

De todos modos así jamas podríamos hablar.

Mire usted, yo pasado mañana salgo, podremos encontrarnos donde usted diga y así hablaremos libremente tanto como gustemos.

La proposicion no podia ser mas magna y Lanza la aceptó en el acto.

Felizmente aquel pasado mañana era domingo y podia atender á su entrevista amorosa sin faltar de ningun modo á los quehaceres comerciales.

Lanza, ébrio de alegría, pagó sus seis botellas consumidas, despues de haber contenido con Luisa que el domingo, á la una en punto de la tarde la esperaria en la plaza del Retiro con un carruaje tomado, donde podrian irse á pasear y conversar á su gusto.

Eran las doce de la noche cuando Lanza salió del casino y se fué á lo de su vieja modista.