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Una bolada imprevista.

Un dia Lanza se hacia lustrar los botines en uno de los «salones» de lustrador que hay en la calle San Martin.

Estaba en la mitad de la operacion, cuando vió pasar por la calle dos mujeres, una de las cuales le parecia de una belleza estupenda.

Desde el primer golpe de vista se comprendia que aquella no era una señora, aunque su facha era muy entonada y vestía con cierto lujo.

Parecia italiana, y su aire, sinó distinguido, era bastante completo y aceptable.

Yendo sola, tal vez hubiera podido confundírsele con una señora, pero la compañera que llevaba al lado tenia una facha tal, que le hacia perder un cincuenta por ciento de su como postura.

Lanza quedó maravillado de la hermosura de esta mujer.

Era sumamente jóven, y sus dos ojos castaños y expresivos, iluminaban su fisonomía de una manera rara.

Lanza se bajó precipitadamente del sillon donde estaba sentado y salió á la puerta.

Las mujeres siguiéron por la calle San Martin hasta la de Corrientes y dobláron por esta última en direccion al campo.

Entusiasmado por la belleza de aquella mujer y comprendiendo que eran damas de aventura, Lanza decidió seguirlas y averiguar así donde vivian.

No se habia lustrado mas que un solo botin, pero no era posible perder mas tiempo haciéndose lustrar el otro, porqué entónces no las podria alcanzar.

Tiró el peso de la lustrada al profesor de charol, y con un botin lustrado y otro sin lustrar, enfiló la calle precipitadamente y dobló por Corrientes hácia donde habian doblado las jóvenes.

Estas no habian llegado á Florida cuando él dió vuelta la calle, así es que pronto le fué fácil alcanzarlas.