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servando desde el dia en que me lo demostraste por vez primera; vez que nadie ha de quererme como tu y de que yo no puedo querer á nadie como á tí y me caso contigo.

¿Qué cosa mas natural y mas lógica?

Es la compensacion á tu cariño y á tus bondades, y si algo siento es no poder elevarte a una posicion mas elevada.

La pobre mujer estaba como idiotizada, no podia darse cuenta de lo que pasaba por su espíritu y miraba á Lanza de una manera suprema, preguntándose si el vino podia haber influido algo en aquella extraña é inesperada resolucion.

—No me engañes, le dijo, no me engañes, te lo pido por lo que mas quieras en el mundo, porqué no sé hasta donde me llevaria el desencanto de una desilusion tamaña.

—¿Y con qué objeto habia de engañarte? ¿con qué interés habia de decirte semejante cosa si ella no fuera una resolucion inmutable?

¿No te he dado ya las razones que me impulsan á hacerlo?

Me caso contigo porqué debo hacerlo, porqué te quiero con toda mi alma y porqué no me conviene la clase de vida que llevo así, vida que puede perjudicarme en mis negocios.

La modista quedó como abismada en sus pensamientos.

La impresion del momento empezó á ceder el campo á su buen juicio y pensó que aquello no era ni natural ni lógico.

Un hombre jóven y hermoso como Lanza, de talento y en vísperas de tener una posicion importante, no podia casarse con una mujer vieja relativamente para él, y sin ningun atractivo que sirviese de disculpa á una resolucion de aquella magnitud en la vida de un hombre.

Solo el deseo de poseerla en absoluto, el temor de verse pospuesto y hecho á un lado por otro, podia hacerle tomar una resolucion semejante.

Pero el jóven, que reinaba en su espíritu de una manera absoluta, que sabía que ella lo amaba de una manera suprema y que no podia temer una competencia ventajosa, no estaba en aquellas condiciones.

No tenia necesidad de sacrificar su libertad y su porvenir para obtener una cosa que sin necesidad de aquel sacrificio poseia incuestionablemente.

Ninguna ventaja podia reportar de aquel desigual matrimonio, y era esto lo que la obligaba á pensar de aquella manera y buscar la causa de un proceder tan extraño é inesperado.

Y pensando con cierto criterio, no encontró mas explicacion á aquel matrimonio que su dinero, su fortuna, que era lo único de que Lanza no disponia y de lo que solo sería dueño casándose con ella.

Desde que encontró aquella explicacion perfectamente lógica, la modista se puso en guardia, y sin disminuir la manifestacion del agrado que le causaba aquella noticia, dijo á Lanza que era feliz, feliz como nunca habia creido serlo, pero sin darle una contestacion precisa.

Esto lo atribuyó Lanza al aturdimiento de la noticia misma