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Era este un jorobado que tenia cincuenta oficios y vivia en la mayor miseria para hacer economías y juntar dinero, que remitia á Europa por la casa de Caprile, pues no tenia confianza ni en el mismo Banco de la Provincia.

Antes de entregar á Lanza el dinero, lo contaba cincuenta veces y de cincuenta modos distintos y asimismo nunca estaba conforme, siempre temia haberse equivocado.

Lanza se propuso vencer la desconfianza del jorobado, y muy pronto llegó á ello, con general asombro, pues muchos habian ya renunciado á entenderse con él por su avaricia desmedida.

Entregaba su dinero y lo seguia en las manos del dependiente hasta el cajon, obligándolo á sacarlo muchas veces, para hacer un recuento.

Lanza se reia mucho del jorobado, y le decia que era necesario que tuviera confianza en él que era mas práctico y ménos susceptible de equivocarse, porqué no solo tenia mas práctica sinó ademas el control de sus libros, que le rectificaban cualquier error al interrogarlos en su balance.

Pero el jorobado se desentendia de estos argumentos y seguia siempre en sus febriles recuentos.

Una tarde de mucho apuro, el jorobado le dió cuatrocientos patacones para remitir, suma que habia contado tantas veces que sabia de memoria la clase de billetes que la componian.

Lanza tomó la suma, la contó rápidamente y la echó al cajon.

Pero como si tratara de rectificar algo, la sacó en seguida y se puso á contarla nuevamente.

Víspera de paquete, habia ese dia mucha gente delante del mostrador.

Viendo el jorobado que el jóven recontaba el dinero con cierta atencion, le dijo sonriendo:

—No te aflijas, que lo he contado yo, y mas fácil es que haya dinero de mas que de ménos.

—Precisamente por esto recuento, dijo Lanza, porqué si dices que me dás cuatrocientos patacones, hay dinero de mas.

Al oir esto el jorobado abrió enormemente sus ojos y los fijó en los billetes, diciendo:

—No puede ser, seria la primera vez de mi vida que me sucede semejante cosa.

Lanza estrujó entónces dos billetes como si tratase de despegarlos y una vez logrado esto, apartó un billete de doscientos pesos.

Concluido el recuento dijo al jorobado: pues ahí tienes, mi amigo, ese billete está de mas.

El jorobado tomó entónces el dinero con ademan tembloroso y lo contó á su vez, hallando el mismo resultado, doscientos pesos de mas.

Entónces miró á Lanza, expresando en aquella mirada toda la suprema admiracion que sentia, y le dijo:

—Pues amigo, es usted el hombre mas honrado que he conocido en mi vida.

Y como quien dá un pedazo de cielo, sacó del bolsillo del