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que acudian al escritorio, conviniendo con ellos que las comisiones que allí se les cobraban eran demasiado fuertes y que era muy conveniente para ellos que se estableciera otra casa del mismo género, que tal vez él fundaria si encontraba apoyo.

Los napolitanos lo escuchaban convencidos plenamente de sus razones, é instándolo muchos de ellos para que se decidiera pronto.

Como al fin y al cabo era él quien les manejaba su dinero y su correspondencia, le tenian una confianza ilimitada y lo creian el brazo derecho de la casa.

De este modo Lanza preparaba lo que él llamaba su clientela del porvenir.

Y les recomendaba la mayor reserva sobre lo que habian hablado, diciéndoles:

—No hay que decir nada de esto á nadie, porqué como si yo me establezco esta casa se viene al suelo, si saben que yo tengo ese propósito, me ván á hacer una guerra bárbara.

Y los napolitanos le guardaban fiel reserva por la cuenta que les tenia, instándolo para que se fuese cuanto ántes y se estableciera en el mismo negocio, porqué no querian pagar mas aquella enormidad de comisiones.

Ni Caprile, ni los demas dependientes de la casa podian sospecharse de lo que pasaba, pues los napolitanos guardaban un silencio profundo por la cuenta que les tenia.

¿Quién los habia de servir mejor que aquel jóven, que ya les conocia todos sus asuntos y hasta su modo de ser?

Como se vé, Lanza procedia con la mayor astucia.

Si él hubiera tenido capital, se habria establecido en el acto, seguro de llevarse gran parte de la clientela.

Pero la cuestion era establecerse sin capital y conseguir lo mismo.

Esto era lo que él queria y tras de lo que andaba.

No teniendo el trabajo de atraer clientela haciendo grandes aparatos de escritorios y dinero, no necesitaria mas capital, para empezar, que el mismo que le llevaran sus primeros clientes.

Luego los napolitanos son naturalmente desconfiados respecto al dinero.

Les cuesta muchas privaciones y trabajos poderlo agarrar, y no lo exponen así no mas en negocios ó malos depósitos.

Es muy difícil conquistarse la confianza de los trabajadores napolitanos, pero una vez que se ha conseguido, se tiene sin limitacion de ninguna especie.

Así es que la única manera de formar clientela entre aquella gente, era la que Lanza habia puesto en práctica.

Y un cliente hoy, y otro en la siguiente semana, iba comprometiendo para la nueva casa á los clientes de sus patrones.

Lanza tenia que proceder con aquella lentitud, porqué no hablaba del asunto á ninguno, sin estar ántes bien seguro del secreto.

La menor indiscrecion de aquellos podia costarle la salida de la casa ántes de haber podido realizar su propósito.