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podia traerle algun perjuicio en la confianza del señor Caprile, y se dedicaba á estas buenas relaciones privadas que no podian serle perjudiciales en manera alguna.

En un mes Lanza estaba perfectamente al corriente en el manejo no solo de su empleo sinó de toda la marcha general de la casa, al extremo de que sin la menor dificultad se hubiera podido poner á su frente.

Entendia á las mil maravillas á toda aquella runfla de napolitanos que en solo un mes se habian habituado de tal manera á su modo de ser, que solo con él querian entenderse.

Porqué él les entendia todas sus mañas y sus dobleces y los complacia en todo.

En cuanto á sus especulaciones particulares, poco podia hacer Lanza, porqué en la casa todo estaba debidamente controlado, al extremo de que no se movia una paja sin que quedara constancia en los libros.

Para un hombre de la inventiva de Lanza no habia nada imposible.

El no se contentaba con su sueldo limpio, pero era preciso maniobrar con mucha cautela, si queria hacer las cosas de manera que no las sintiera la tierra.

En el manejo de todo, pronto encontró la fuente de recursos extraordinarios, de manera que el mas buzo no lo pudiera descubrir.

Despues de hecha la correspondencia para Europa y perfectamente franqueada, le sacaba las estampillas á una buena cantidad de cartas, quedándose con ellas para venderlas en el próximo franqueo.

Siendo él el que embolsaba la correspondencia, en la casa no podian notar la falta, y como en el correo tomaban la bolsa al peso bruto, y cerrada, tampoco notaban la falta.

De este modo se abria una fuente de recursos pequeña, pero en la esperanza de que despues podria ser mas vasta.

Como él abria el escritorio, podia pasar la mañana sin ningun género de fiscalizacion de otros dependientes y estudiar entónces la manera de dar rienda suelta á sus pequeñas especulaciones.

Caprile tenia tal confianza en su dependiente, que ni siquiera se le ocurrió jamas la menor duda sobre su integridad.

Es que él cuidaba de ser exactísimo en el cumplimiento de sus obligaciones.

Siempre demostraba para todo la mejor voluntad posible, y por excesivo que fuera el trabajo, siempre se mostraba alegre para desempeñarlo.

En las vísperas de salida de paquete, el trabajo aumentaba al extremo de tenerlos ocupados la mayor parte de la noche.

Y Lanza, siempre alegre, siempre contento de poder ser útil, era el primero en entrar y el último en salir, sin que jamas se le hubiera visto ni siquiera un gesto de impaciencia ó de mala voluntad.

Por la mañana conversaba largamente con los napolitanos