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Sus patrones solian salir con frecuencia, y aunque era él el dependiente mas nuevo, á él dejaban confiada la tienda y era él quien la cerraba si aquellos no habian vuelto á la hora habitual de hacerlo.

Esta confianza vino á dar algun resuello á Lanza en su modo de ser.

Cuando podia hacerlo sin que nadie se apercibiera de ello, obsequiaba á sus amigas con tres ó cuatro varas mas en el género que compraban, ó tres ó cuatro varas ménos en el precio que les debia hacer pagar.

Por eso es que todas querian ser servidas por Lanza aunque tuvieran que esperar un buen rato, y sus patrones atribuian aquella preferencia á la habilidad que para el despacho tenia el nuevo dependiente.

Con las demas sucedia otro tanto, pues Lanza las trataba con un primor esquisito y una complaciencia ejemplar.

A la noche, cuando los patrones no estaban, sus obsequios solian asumir mayor proporcion, pues solian ascender á un corte de vestido que no entraba en cuenta, ó alguna pieza de cinta rica, ó un tapadito de poca monta.

Así no hubo jamas tienda alguna que tuviera un dependiente tan solicitado.

Los patrones de Lanza le notificáron que podia salir todos los quince dias, eligiendo siempre domingos, y este fué un nuevo desahogo que tuvo Lanza.

Para un hombre como él, salir á paseo sin un centavo en el bolsillo era poco agradable.

Así es que cargando la mano una vez á alguna marchanta rica que no se fijaba en los precios, y otra vez al cajon del mostrador, él se preparaba durante la quincena los elementos necesarios para su dia de paseo.

De modo que cuando este dia llegaba, siempre tenia para llevar al teatro á las francesas, invitándolas á cenar, y obsequiar de cualquier modo á sus amigas.

Y el cariño de todas ellas crecia para Lanza, á medida que crecian sus dádivas y obsequios.

Asi le eran mas soportables los quince dias que pasaba detras del mostrador, consagrado á vender y acomodar géneros.

Porqué no era nada la venta y el despacho al mostrador, sinó que cuando se cerraba la tienda ésta quedaba en tal estado, que tenian que emplear por lo ménos un par de horas en acomodarla.

Cada señora que entraba queria ver todos los géneros y habia que mostrárselos dando vuelta toda la tienda.

Esta era la parte fastidiosa del negocio, pues el despacho era todo conversacion y entretenimiento.

Entre las muchas relaciones que habia hecho Lanza en la tienda, se contaba la de un señor Cánepa, persona buena y de comercio, que se mostraba muy amigo del jóven, ofreciéndosele en todo aquello que pudiera serle útil.

Lanza se habia lamentado á Cánepa muchas veces de su situacion embromada.