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Varias veces alquiló un matungo y se fué á pasear á Belgrano, dando vuelta por todo el pueblo, pero inútilmente tambien.

Ni la halló en parte alguna, ni Anita mandó nunca, como podia haberlo hecho, por la ropa que él le tenia, ropa que algun valor representaba.

Agotados sus recursos por completo, tomó un diario, y apuntó dos ó tres casas donde se pedia cochero.

Con la sola recomendacion de la de Lima, estaba seguro de ser tomado en la casa mas exijente.

La colocacion no le fué difícil, entrando esta vez al servicio del doctor Benitez.

Hubiera podido obtener colocacion con un corredor de Bolsa, servicio muy descansado, porqué se reducia á las horas hábiles del dia.

Pero siempre en sus ideas de fortuna, no queria hacerse conocer como cochero por los lados de la Bolsa.

El nombre se cambia muy fácilmente, pero la cara no.

La noche la pasaba no ya en su casa como ántes, sinó que recorria los cafés donde iban sus conocidos, y el Alcázar, que era su diversion favorita.

A todos sus amigos habia encargado una colocacion de dependiente en cualquier parte, para un conocido suyo que andaba sin ocupacion.

En el comercio era preciso empezar por algo para llegar á mucho.

Así, poco á poco se van haciendo relaciones, se vá tomando práctica en el comercio, y se vá haciendo conocer.

Buscando en los avisos de los diarios, y encargándoles á todos, halló por fin una colocacion de mozo de tienda, en lo de Costa, tienda que le convenia por la clase de marchantes que allí compraban.

Practicar en el comercio es cosa muy aceptable, por mejor que sea la posicion del que practica.

En una tienda como la de Costa, muchos de sus conocidos lo veian detras del mostrador vendiendo géneros.

Pero con sus relaciones estaba disculpado, diciéndoles que estando próximo ya á abrir casa, queria ponerse bien práctico en los habitos comerciales del país.

Lanza se fué á la tienda de Costa, donde lo tomáron sin vacilacion alguna.

Su aspecto fino y dulce y su exterior bien cuidado predisponian en su favor.

El quehacer no era mucho, pero las horas de trabajo apénas le dejaban tiempo para ocuparse de otra cosa.

El sueldo era muy reducido, sumamente reducido, pero le habian prometido aumentárselo con arreglo a sus aptitudes y esto ya era algo.

De todos modos siempre aquella posicion era preferible á la de un cochero y no habia que vacilar en el cambio.

Lanza se despidió de su patron con gran sentimiento de este, porqué el servicio del jóven era correctísimo; arregló con él