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Es que en aquel momento pensaba en su amante, en la fortuna y placeres que esta podia proporcionarle y que comparaba en su pensamiento con el mezquino salario de un cochero.

Hoy soy cochero, dijo Lanza con inmenso aplomo y acariciando la bella cabeza de Anita; y mañana tendremos cochero y carruaje.

Esta es la vida, Anita, y yo que me he visto en el pescante, experimentaré mayor emocion que nadie, al verme en el interior, paseando plácidamente.

Asi estuviéron los jóvenes conversando largamente, hasta que llegó la hora de recogerse.

Lanza estaba mas alegre, porqué al fin con aquella confesion ganaba el no tener que andar haciendo misterio de su profesion.

Ya Anita sabia lo que pasaba y se arreglaria de manera á poder vivir con los recursos que tenian.

Y tan hábilmente, tan maestramente procedia la jóven, que Lanza jamas tuvo por que sospechar que pudiera mantener otra relacion que la suya.

Lanza no ataba nunca la volanta por la mañana, así es que al otro dia pudo permanecer hasta despues de las doce al lado de su amada, buscando siempre de consolarla con sus caricias y de hacerla pensar en tiempos mejores que aquellos, que no habian de tardar en presentarse.

Anita estaba contenta y parecia sumamente feliz.

¿Y cómo no habia de estarlo, si pensaba en que aquella misma tarde concluirian para ella todas sus miserias y que saldria de aquellas pobres piecitas para ir á ocupar una casa exclusivamente suya y donde tendria toda especie de comodidades?

Lanza se despidió de la jóven mas cariñoso que nunca.

Ya no habia de volver hasta muy entrada la noche, porqué sus señores iban á Palermo despues de comer y no regresaban hasta tarde.

Y al salir dijo á Anita que saliese á pasear y á distraerse, con eso á la vuelta lo recibiria feliz y contenta.

Lo mas ageno que el pobrete tenia era lo que le iba á suceder á la vuelta.

Desde que Lanza salió, Anita empezó á hacer todos sus preparativos de marcha.

Sus ropas de uso eran lo que ménos podia preocuparla, porqué sabia que con su nuevo amante nada le habia de faltar.

Acomodó en el baúl mas chico sus alhajas y toda aquella ropa que podia importarle algo, dejando afuera para vestirse á la tarde sus mejores trapos, pues tenia interés en parecer al nuevo amante lo mas bella que le fuera posible.

Aquel dia Anita no almorzó; estaba llena de todas sus ilusiones y halagos.

De cuando en cuando una ráfaga de miedo la hacia pensar en Lanza.

Pero ¿qué podria hacerle Lanza si ni siquiera sabria donde estaba?