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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

Ahora bien, innumerables hombres, lo que es de lamentar, pensando luchar por la existencia, se aferran a estas teorías en una total negación de la verdad, y gritan contra Dios y la Religión; estos asaltos no se dirigen solo contra la religión católica, sino contra todos los que aun reconocen a Dios como Creador del cielo y de la tierra y como absoluto Señor de todas las cosas. Y las sociedades secretas, que están siempre prontas para apoyar la lucha contra Dios y contra la Iglesia, venga del lado que venga, no cesan de excitar cada vez más este odio insano, que no puede traer ni la paz ni la felicidad a ninguna clase social, sino que conducirá ciertamente todas las naciones a la ruina.

Así, esta nueva forma de ateísmo, mientras desencadena los más violentos instintos del hombre, con cínico descaro, proclama que no podrá haber ni paz ni bienestar sobre la tierra, mientras no se haya desarraigado hasta el último vestigio de religión, y no se haya suprimido su último representante. Como si con ello pudiere silenciarse el admirable concierto, con el que lo creado «canta la gloria del Creador»[1].

Sabemos, perfectamente, venerables hermanos, que serán vanos todos estos esfuerzos y que, en la hora por El establecida, se levantará Dios y «se dispersarán sus enemigos»[2]; sabemos que «las puertas del infierno no prevalecerán»[3]; sabemos que Nuestro Redentor, tal como predijo, «golpeará la tierra con el cetro de su boca», y «con el soplo de sus labios» hará morir al impío[4], y para esos infelices será sobremanera terrible la hora en que caerán «en las manos de Dios vivo»[5].

Esta firme esperanza en el final triunfo de Dios y de su Iglesia Nos viene, por infinita bondad del Señor, confirmada cada día,

  1. Sal 18,2.
  2. Sal 67,2.
  3. Cfr, Mt 16,18.
  4. Cfr. Is 11,4.
  5. Hbr 10,31,