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Acta de Pío XI

Manténgase después el espíritu de oración y de reparación intensamente vivo y activo en todos los fieles durante toda la octava, privilegio litúrgico del que Nosotros hemos querido fuese enriquecida esta fiesta: háganse durante estos días, en la forma que cada uno de vosotros, Venerables Hermanos, según las circunstancias locales, creyera oportuno prescribir o aconsejar, públicas rogativas y otros devotos actos de piedad según las intenciones brevemente mencionadas más arriba: «a fin de alcanzar misericordia y hallar el auxilio de la gracia, para ser socorridos en el oportuno»[1].

Sea ella en realidad para todo el pueblo cristiano una octava de reparación y de santa tristeza; sean días de mortificación y de plegaria. Absténgase los fieles de espectáculos y diversiones aun lícitas; prívense los más acomodados, voluntariamente, en espíritu de austeridad, de alguna cosa de su habitual modo de vida, aún cuando este fuera moderado; antes bien prodiguen a los pobres el fruto de aquella economía, ya que la limosna es también un óptimo medio para aplacar la Divina Justicia y atraerse las divinas misericordias. Y los pobres, y todos aquellos que en este tiempo se encuentran bajo la dura prueba de la falta de trabajo y de pan, ofrezcan con igual espíritu de penitencia, con mayor resignación, las privaciones que les son impuestas por los difíciles tiempos y por la condición social que la Divina Providencia les ha señalado en sus inescrutables pero siempre amorosos designios; acepten ánimo humilde y confiado, de la mano de Dios, los efectos de la pobreza agravados por las estrecheces en se agita actualmente la humanidad, elévense más generosamente hasta divina sublimidad de la Cruz de Cristo, reflexionando que si el trabajo es uno de los mayores valores de la vida, ha sido, sin embargo, el amor de un Dios paciente el que ha salvado al mundo; confórtense en la seguridad de que sus sacrificios y penas cristianamente soportados concurrirán eficazmente a apresurar la hora de la misericordia y de la paz.

El Corazón Divino de Jesús escucharla las voces y suplicas de su Iglesia y finalmente dirá a su Esposa,

Acta vol. XXIV, n. 6 - 1-6-932
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  1. Hbr 4, 16