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cierto paso los lugares consagrados al silencio, llenando los deberes de un hombre bueno y sabio; y guardando un justo medio entre los dos extremos, está de acuerdo consigo mismo, piensa sin cesar en su fin postrero: ó bien, dirigiendo ácia los cielos sus miradas, levanta su alma inmortal ácia el Criador, reconoce su mansion celeste, y anhela la felicidad de gozar la bienaventuranza.

¡O vosotras, musas! que me habeis hecho disfrutar las mayores delicias, transportadme á alguno de estos retiros sombríos, donde reyna el silencio y la soledad, ó á las pacíficas riberas del caudaloso Támesis. Ya me pa-