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dolas con sus lágrimas, cuando se acuerda de la triste suerte de su compañera. Sus aguas corren blandamente, y dejando con dolor los sitios mas agradables de la tierra, van á perderse en el seno del Támesis.

¡O rio favorecido del cielo! ¡y cuan glorioso es tu destino! Tú contemplas con una altivez mezclada de alegría las encinas magestuosas que cubren tus orillas, y nos aseguran la soberanía del Océano. Entre todos los tributos que Neptuno recibe, no hay ninguno mas crecido que el que tú le pagas. No hay mar mas caudaloso que tú, ni rio cuyas riberas sean mas agradables, ni lago mas