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con una guirnalda de flores; el leon comerá con el toro en el mismo pesebre, y las serpientes lamerán los pies del pasagero. El niño acabado de despechar, acariciará sonriendo la víbora y el basilisco, y encantado de sus vivos colores, jugará con su lengua puntiaguda.

Jerusalen, levanta orgullosamente tu cabeza. Mira tus plazas cubiertas de gente, suspirando por la llegada de tan dichoso dia... Mira las naciones extrangeras de la alianza avanzarse ácia tus puertas, marchar á tu resplandor, y doblar las rodillas en tu templo. Mira tus magestuosos altares, cubiertos del incienso de Sobá, ro-