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la vida mi cara Eurídice.... permitid que su esposo la saque de esta morada, ó que quede con ella en vuestro imperio.„
Esta fue la súplica de Orfeo. Las bóvedas del Tártaro resonaron con los sonidoe de su lira, y las orillas del Flegetonte, y del Cocito [1] repitieron sus ecos.
La severa Proserpina [2] se sintió movida de compasion, y le concedió el objeto á que iban dirigidos sus votos.
De este modo, ayudada de la armonía, la ternura conyugal triunfó del Erebo y la muerte,