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dos. A su voz la melancolía le­vanta la cabeza.... Morfeo abandona su lecho soporoso.... la pereza se desvela, y se arranca de entre los brazos del sueño.... la envidia observadora deja caer sus serpientes.... el espíritu de partido se calma, y las facciones mas crueles prestan el oido y abandonan su furor.

III.

¡Qué altivez generosa no excita en todos los corazones una música guerrera, cuando llama á las armas para defender los intereses de la pátria!

El cantor de Tracia [1] senta­-


  1. Orfeo.
c 3