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ros guardan un profundo silencio, y la luna adornada con todo su resplandor, nos comunica una luz brillante. Canta pues, ¡ó Tírsis! la suerte desgraciada de Daphne y sus alabanzas.

TIRSIS.

Mira los bosques cubiertos de nieve, despues de haber perdido su agradable verdor. ¿Quieres que cante unos versos de Alexis, que las Dríadas [1] se deleitaban en repetir? El Támesis los escuchó en su paso, y mandó á los sauces de sus riberas que los retuviesen.

LYCIDAS.

Ojalá, que las fecundas llu-


  1. Dríadas, ninfas que presidian en las florestas y en los prados.