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Cuando recientemente
Nace en lo hondo del alma un tierno afecto,
En ella, á un tiempo, lánguido
Un vago anhelo de morir se siente.
No sé por qué: mas ese
Es el signo primero
De todo amor potente y verdadero.
Entonce este desierto
Pone al alma pavor: la tierra ingrata
Para el mortal se torna, sin aquella
Nueva, sola, infinita
Felicidad que en su soñar retrata;
y allá en su alma al presentir por ella
Profunda tempestad, calma apetece,
Ansia arribar á puerto
Ante el terrible anhelo,
Que ya en torno, rugiendo, se oscurece.

Luego, cuando ya todo
Lo envuelve y ciñe el formidable numen,
Y ansia invencible al corazón fulmina,
¡Cuánta vez implorada
Con intenso deseo,
Muerte, eres tú del angustiado amante!
¡Cuántas de noche, y cuántas
Rindiendo al alba el cuerpo fatigado,
Feliz llamóse si le fuera dado
No alzarse ya, si nunca
La amarga luz á contemplar volviera!
Y al escuchar el fúnebre tañido
De la campana, el cántico que triste
Los muertos lleva al sempiterno olvido,
Envidió en lo profundo
Del pecho, ardientemente,