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Refleja el sol su sosegada imagen.
No la hoja ó la hierba el viento mueve;
Ni la onda encresparse, ó la cigarra
Chillar, ni el ala el pájaro en la rama
Batir, ni revolar la mariposa,
Ni resonancia ó movimiento alguno
De lejos ni de cerca oyes ni miras.
Reina en tal borde altísimo sosiego,
Y en él de mí me olvido y lo creado
Quedando inmóvil; y que yacen creo
Sueltos mis miembros, que no ya los mueven
Alma ó sentido, y que su sueño antiguo
Y el silencio del sitio se confunden.

¡Amor, amor, cuán de mi pecho lejos
Volaste ya, tan ardoroso un día!
La desventura con su helada mano
Bien pronto le oprimió, y trocóse en hielo
En la edad más hermosa. El tiempo evoco
En que hasta el alma mía descendiste.
Era ese dulce irreparable tiempo
En el que abierta esta infeliz escena
Del mundo, al ojo juvenil, á modo
De paraíso ante su mente ríe.
De anhelo y virgen esperanza salta
Dentro del pecho el corazón del joven,
Y de esta vida á la tremenda empresa
Ya se apercibe, como á danza ó juego,
El mortal infeliz. Mas no tan pronto
Fuí tuyo amor; que ya fortuna había
Roto mi vida, y para aquestos ojos
Propio era sólo el perdurable llanto.
Empero al ver por las tendidas playas,
En la callada aurora, ó cuando esplenden